
Foto: Jonathan Ernst / Reuters




Foto: Jonathan Ernst / Reuters
Si, hoy puede que me ponga en plan agorero. Hoy es uno de esos días en los que apetece salir a la plaza con un cajón bajo el brazo (de esos de naranjas pagadas a precios de miseria al que las cultiva, pero ya hablaremos otro día
de eso). Decía que dan ganas de subirse al cajoncito y empezar a gritar, con la cara desencajada, aquello de “¡Arrepentíosssss, arrepentíosss que el fin del mundo está cerca!”. ¿Qué porqué digo esto? Porque bien pensado este podía ser el último post que escribo, y no me refiero a eso de que la Parca puede visitar a uno en el momento menos pensado.
No es que tema acabar entre rejas por escribir fuera de lo establecido porque al final, tal y como se está poniendo la legislación, todos vamos a acabar teniendo algún que otro susto. Lo que temo es que dentro de un par de días, no se si habéis caído, nos despeñamos por el barranco. En USA van a cambiar a un presidente más o menos correcto que nos hizo llorar a todos en su despedida por “ESO” y oye, sus peligros tiene. El mundo se dirige a toda velocidad a la cochambre y el salvajismo, las formas importan y las de este hombre no auguran nada civilizado y nosotros, no vayamos a pensar que saldremos indemnes de las ocurrencias del señor del pelo raro, el “trumpazo” está garantizado en forma de Tweett diario.
Yo era de los que pensaban que no sería para tanto, que habrían dos Trumps, el de la campaña, estilo Jr en Dallas y el otro, más moderado, para el gobierno. Después de estos días de ruedas de prensa en los que sacó a pasear su inquietante dedo devastador, ese que usó para fulminar a los participantes del RealityShow ese que montó. Después ver los vítores al Brexit y sus cuchicheos contra Merkel y la UE (igual razón no le falta) o de asistir atónito al juego raro ese de «Putin si, Putin no» ya soy más de gritar “¡Parad el mundo que me bajo!”. Ya entiendo el pesimismo que destilaba Obama en su despedida, puede que tenga razón. La democracia corre peligro en manos de alguien que no deja preguntar a ciertos medios y se parapeta en el twitter al igual que Rajoy lo hacía en el plasma.
Con Trump vamos a ver algo que pensabamos que no sucedería,la caida del imperio a pedacitos como si les hubiesen volado la “Estrella de la muerte”. El país que se supone más poderoso del mundo ha caído en manos de un tiparraco reaccionario hasta la médula que ha abierto las puertas a la plutocracia. Se ha rodeado de una cohorte de personajes a los que mejor dar de comer aparte; “Perro Loco” en defensa, un petrolero de la Exxon, tiburones varios en finanzas, negacionistas en medio ambiente, creacionistas y así hasta el infinito. Pero eso sí ricos hasta el aborrecimiento, en la mesa del gobierno de USA van a haber sentados señores que, en suma, superan el PIB de algunos paises.
Ya empiezo a pensar que vamos a vivir unos tiempos un tanto ajetreados. Igual deberíamos pensar en aquello del meteorito destructor, por menos sería más rápido e indoloro y no tendríamos que soportar las gracietas de un ser trasnochado, misógino y racista pero al que han votado millones de estadounidenses, deberíamos no olvidarlo . Sólo un consejo, por si acaso, disfrutad de los días hasta la entrada del nuevo presidente. Igual va y confunde el maletín nuclear por una máquina de Jackpot de las Vegas, usa ese dedito regordete y acabamos como El Coyote con un detonador marca ACME. Veremos, con esta gente todo es posible, vigilen su dedo, por favor.
Tal día como hoy hace 27 años caía el muro de la vergüenza, la pared que separó una nación en dos. Un 9 de noviembre de 1989 caía el muro de Berlín y Alemania volvía a ser una nación unida.
Hoy 9 de noviembre de 2016 se ha construido otro muro y no precisamente frente a México. Un muro invisible sin pared alguna. Un muro racial y étnico cuyo material principal es el odio. Un muro que hoy el republicano Donald Trump ha conseguido construir, convirtiéndose en el próximo presidente de los Estados Unidos y polarizando a la población estadounidense en dos mitades.
Probablemente, la mayoría de propuestas de teatrillo que prometió el multimillonario durante la campaña no las llevará a cabo, bien porque sean inviables o porque su propio partido y el sistema le imposibiliten llevarlas a cabo. Aunque, hay que tener en cuenta que los republicanos controlarán las dos cámaras, Senado y Congreso, que junto con la presidencia les da un poder legislativo enorme, que rompe totalmente con el reparto del poder político estadounidense de los dos principales partidos con una gran hegemonía por parte de los conservadores. Un hecho que no ocurría desde 1928 en Estados Unidos.
Muchos se acuerdan hoy de Bernie Sanders, un candidato fuera del ‘establishment’ con propuestas socialdemócratas, fuera de radicalismos y con una mejor valoración que Hillary Clinton entre la sociedad norteamericana y del que nunca sabremos si podría haber vencido ayer a Trump en las elecciones presidenciales.
Sin embargo, ¿cómo una persona como Trump, sin ninguna experiencia política ha logrado ser presidente de EE. UU.? Principalmente hay dos respuestas.
La primera es muy simple. Multitud de compatriotas suyos piensan como él, creen que los inmigrantes llegados de fuera solo vienen a delinquir y a ganarse la vida robando. Esto lo apreciamos en que un 90 % de los hombres blancos, mayores de 65 años y sin estudios han votado la candidatura del republicano. Esto es una causa de la globalización que se aprecia en Estados Unidos desde hace décadas y que va en aumento cada vez más. Pillando a contrapié y generando en el hombre estadounidense tradicional un sentimiento de odio y rechazo hacia los que vienen de fuera. Que hábilmente ha sabido canalizar Trump en sus numerosos discursos totalmente populistas y fascistas que han convencido fácilmente a esta parte de la ciudadanía.
Todas las afirmaciones que ha repetido Trump en contra de mexicanos, musulmanes u otros extranjeros venido de países pobres, calificándoles de criminales o terroristas, o su medida rocambolesca de construir un muro frente a México, no hacen más que acrecentar una brecha racial insalvable que radica en un nacionalismo extremo apoyado de una xenofobia y racismo fuera de control. Dichas afirmaciones son totalmente falsas y no tienen ningún fundamento, debido a que los extranjeros procedentes de países poco desarrollados a tierras norteamericanas son los que sustentan al Estado, teniendo los peores empleos y además aumentando la natalidad, rejuveneciendo de esta manera a buena parte de la población del país.
La segunda es por el hecho de que Trump es un ‘outsider’, alguien totalmente fuera del sistema político que está en contra del mismo. No obstante, la fortuna que ha adquirido él es gracias al propio sistema que tanto critica actualmente. Un candidato muy diferente al clásico, como es Hillary Clinton que viene de la mano de Wall Street. Un aspirante que no necesita la ayuda de ‘lobbies’, debido a que autofinanció su propia campaña. Una persona en definitiva muy incómoda para el ‘establishment’, que viene a destruir todo lo establecido en los últimos años.
Todas estas razones se engloban en una sola palabra, cambio. Un cambio que ha seducido a muchos hartos de ver reducir sus salarios e incrementadas sus jornadas. Cambio real ya que Clinton es de sobra conocida, ella y sus políticas. Por lo que prefieren optar a algo nuevo y arriesgado que a otros cuatro años más de Obama en esencia. El cual ha creado gran frustración entre la población norteamericana, ya que las expectativas que había creado hace ocho años eran enormes y no se han visto ni mucho menos satisfechas.
Debido a estos motivos y a las numerosas propuestas inverosímiles de Trump, gran parte de la clase media le ha secundado. Deseando simplemente ver mejoradas sus condiciones de vida. Pero, cuesta mucho creer que un multimillonario evasor de impuestos comience a legislar a favor de la mayoría de la ciudadanía y en oposición a la parte adinerada de la que él mismo forma parte.
A estas dos principales razones hay que añadir que a título personal Trump es una persona despreciable. Siendo un misógino machista que hace gala de tratar de forma deplorable a las mujeres gracias a su cuenta bancaria. Sin embargo, algunas mujeres e incluso latinas acudieron a votarle a pesar de todo lo que ha afirmado Donald durante la campaña en contra de inmigrantes y féminas.
Las ideas de Donald Trump no son nuevas, ni mucho menos. Son ideas fascistas tradicionales. Ideas que están volviendo a resurgir y a coger auge en todo el mundo. Un auge que hemos apreciado ya en Europa. Como fueron las razones que llevaron a muchos británicos a votar en favor del Brexit. Como son los gobiernos de extrema derecha en países como Polonia e Hungría, la subida de Marine Le Pen en Francia, Amanecer dorado en Grecia, Alternativa en Alemania y otros tantos de la zona euro.
Todos estos radicalismos cumplen un mismo patrón, un nacionalismo extremo derivado del fascismo clásico, un odio al sistema y a la clase política actual y una xenofobia y racismo desmesurado acompañado de un populismo brutal.
Hoy Donald Trump se ha convertido en el 45º presidente de los Estados Unidos. Su mensaje ha sido calado a muchos norteamericanos y aunque se marche, tras 4 u 8 años esas ideas seguirán en la cabeza de muchos. Trump ha partido a Estados Unidos en dos mitades, con un muro social imperceptible, que será muy difícil y laborioso derribar. Hoy el miedo ha vencido, hoy 60 millones de personas votaron por Donald Trump con 60 millones de razones, pero que tienen una razón en común, el odio. Hoy millones de razones no me hacen creer en este mundo, pero una sola continúa haciéndome seguir creyendo en él, la esperanza.
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“Al final todo se sabe”… Esa frase que nos repetían nuestras abuelas cuando eramos niños y nos pillaban cualquier trola resulta ser una verdad tan grande como la catedral de Burgos con sus campanarios incluidos. Sólo que esta vez en lugar de cualquier cosa de niños, a los que hemos pillado es unos pseudo gobernantes (no sólo los de aquí, que conste) que negocian a traición y de espaldas a sus gobernados. Ya nos temíamos que después de este cuento de la crisis no sabían que patraña más inventarse para continuar sacándonos los cuartos pero después de las filtraciones de estos días sobre las negociaciones del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP para los amigos), ya queda poco lugar a la duda. Llevan años escondiéndonos algo que puede ser más grave que la falta de entendimiento político en el corral que ha invadido todo el panorama informativo nacional, como si no ocurriese nada más. Sabéis que soy malpensado pero es como si nos hiciesen hacer mirar a otro lado para que no nos demos cuenta de que se querían cargar la soberanía de los estados y desplumarnos los pocos derechos que nos quedan. Era nuestra libertad, nuestra democracia y hasta nuestra salud lo que estaban jugándose a los chinos en unas negociaciones hipermegasecretas.
La verdad es que hace años que oímos hablar de la que se nos venía encima pero parecía cosa de agoreros de los de subirse en un cajón en mitad de la plaza. Nos lo intentaban contar Greenpeace y ATTAC, y hasta aquí mismo intentamos entender algo (si os apetece leerlo, pinchad). Nos decían que el TTIP era una salvajada animada por USA para, a grandes rasgos, regalar la justicia a las multinacionales que pudiesen tener algún conflicto con cualquier estadal dar la posibilidad de evitar la justicia de ese país y recurrir a un tribunal de arbitraje propio en el que podernos colar lo que les diese la santa gana, medicamentos sin apenas ensayar, vegetales“alien”(Huy!, perdón, transgénicos) o lo que se les terciase. Algo que hoy en día sería imposible en la UE pero curiosamente no en USA.
Con estas perlas creo que era fácil entender porque querían recurrir a aquello del “ojos que no ven..” y que no nos enterásemos que negociaban en un cuarto oscuro, pintado de negro y con las luces apagadas. Nuestros gobernantes (y el resto del arco parlamentario, porque seguro que todos sabían algo por Europa), no lo olvidemos, han intentado firmar el TTIP sin importarles nada las consecuencias laborales, sanitarias, sociales o económicas que pueda tener esto para después decirnos “hala, ahí tenéis eso, apañaros”.
Al final todo se sabe… y, por suerte, se ha encendido la luz en la sala y ahora que nos hemos enterado, el jefe del equipo negociador de la Unión Europea ha reconocido que la filtración de los detalles del TTIP ha enfadado a EEUUy puede que no quede más opción que el de aparcarlo porque una cosa tan siniestra no puede prosperar en condiciones normales. Esta vez nos hemos salvado por los pelos pero deberíamos haber aprendido a no confiar en gente que dejarían a Judas Iscariote como el socio más fiel de la galaxia. Hemos vista la imagen de aquellos que son capaces de olvidar el bien general y vendernos por un plato de lentejas para conseguir vete tu a saber que beneficios propios.
Ahora deberíamos mirar hacia casa y pensar seriamente que estaban pasando cosas más importantes que la repetición de las elecciones. El TTIP habría dejado sin contenido ni razón de ser a cualquier gobierno y nos hubiese cambiado nuestra vida. Algunos (dejaremos el beneficio de la duda) lo sabían y se callaban. ¿Nos han estando pasando con pactos y des-pactos para distraernos?¿Que traición más nos tienen guardada? No lo se pero después de esta aventura deberían entender que la confianza salga perjudicada.
En estos días hemos celebrado los 25 años de la caída del muro de Berlín. Algunos de los que ya somos un poco «de antes» recordamos la noche en la que se reunificaba Alemania, otros han visto fotos. El mundo se alegró y creímos que la guerra fría que dividía al mundo en dos acababa ese día. O incluso, los más temerarios, decían que terminaba el sangriento siglo XX. Hoy en día parece que nada hemos aprendido. Siguen levantándose muros de la vergüenza, para separar personas. Unos físicos y otros sociales, sutiles pero muy eficaces.
Parece que nos encanta levantar empalizadas para protegernos de algo que muchas veces sólo preocupa a los poderosos, quienes nos llenan de miedos y hacen que veamos al que intenta cruzarlos por necesidad como enemigo vete a saber de quién o de qué y lo abatimos sin más.
Existen por todo el mundo docenas de muros, nuevecitos pero construidos con la misma mala leche que el de Berlín. En Botswana , allí donde los elefantes del “monarca jubilado”, se levanta un muro colosal de alambre electrificado y espinos para evitar la entrada de la fiebre aftosa, no vayamos a pensar. El caso es que la fiebre pasó pero el muro quedó para separar Zimbabwe, uno de los países más pobres y Botswana, de los más ricos del continente. Ya que estamos en África, existe al sur de Marruecos, unos muros de adobe de casi 3000km de nada
que separan las tierras que Rabat se apropió. Es tan caro de mantener que los problemas que tiene Marruecos se acabarían con su presupuesto pero, por lo visto, es más importante “proteger” las minas y los pozos apropiados. Podíamos hablar también del que separa Israel y Cisjordania, vulnera todas las legislaciones internacionales, impide la vida normal y separa familias pero a nosotros nos da igual. O del que separa “el país de las libertades” USA de Mexico, que hace
que, a su lado, la Gran Muralla China parezca una cerca de jardín. Una fábrica de muerte para evitar la inmigración en un país, irónicamente, creado por inmigrantes. España también levanta vallas en Ceuta y Melilla, altas, infranqueables con sangrientas concertinas y una venda que oculta las atrocidades cometidas a diario a los ojos de la justicia.
El mundo construye muros, pero el mayor de todos es el que han levantado entre nosotros. Un muro invisible pero sádico y doloroso como el de USA, que no tiene postes pero corta como las concertinas. Es el de la división social que ha crecido con el lavado mental y moral que hemos sufrido con esto de la depresión. Cada vez es mayor la diferencia entre ricos y pobres, los ricos lo son cada día más y a los pobres ya les quedan ni las migajas. Se nos dificulta el acceso a todo, se nos niega el pan y la sal y el problema es que han llegado a hacernos creer que es normal y consentimos cosas como el que te tiren de tu casa,
no tener trabajo, el tenerlo pero que no de ni para comer, el robar a los modestos modificando, por la noche como los buenos ladrones, el artículo 135 de la Constitución para repartir al rico (algo así como Robin Hood, pero al revés) y después tener la santa indecencia de, todo sonriente, decir querer modificarlo a sabiendas de que no se tiene mayoría suficiente, el mismo que lo votó a favor cuando estaban en el gobierno para protejernos de un enemigo inventado por ellos, el neocapitalismo salvaje de los mercados.
Es un muro que, consintiendo verdaderas barbaridades, hemos construido sin darnos cuenta los que nos hemos quedado o nos vamos quedando “a la otra parte”. Porque cada vez somos más los que nos quedamos al descampado en mitad de la tormenta. Un muro que nos va destruyendo de manera implacable y que debemos derribar. El día que lo consigamos habremos recuperado nuestra dignidad, lo habremos conseguido.
25 años de la caida del muro de Berlín
España sufre el mayor aumento de la brecha social en Europa por la crisis
El patrimonio de las grandes fortunas españolas creció un 9,5% hasta junio
Sólo 30 familias manejan la riqueza en España
El PP y UPN rechazan en el Congreso revisar la reforma constitucional que promovió Zapatero en 2011
Cuando Pedro Sánchez defendía la reforma del artículo 135 de la Constitución
Allá por el año mil trescientos cuarenta y pico las cosas se pusieron en chino, la gente salía despavorida hacia las iglesias, se ponían blancos al ver a los predicadores gritando aquello de “arrepentiiiiosssss piltrafillas, que el mundo se acaba!!!” y la cosa no era para menos, además de las estrecheces que daban las malas cosechas, los muchos impuestos (mira tú, como ahora) y todo eso, había que sumar la peste que se llevó por delante a más de un tercio de la población de Europa. La Peste Negra llegaba, contagiaba y arrasaba con todo hijo de buen vecino. Sin cuarentenas ni hospitales desinfectados con robots ni nada, encima las novenas y las pócimas no surtían mucho efecto, igual es porque que no eran de Bayer. Eso sí, nos amparábamos a San Roque y otros santos milagreros que seguro que curaban a todo quisque (otra vez, algo que me recuerda a hoy mismo). Para eso estaban, no?
Casi mil años después los caras largas de la UE se santiguan y envian expertos. No es para menos visto el percal, al ver que una vez más la hemos “liado parda”. Nuestro Gobierno post gallardonita al parecer quería reconciliarse con los de la “verdadera fe” o vete a saber que les pasó por la cabeza. El caso es que no se les ocurre otra cosa que para caer simpáticos e ir al cielo, traerse un par de misioneros desahuciados por una enfermedad que lleva años masacrando pueblos enteros en África pero que occidente había ignorado (en el mejor de los casos porque LePen padre ya nos había mencionado algo…).
De repente, va y existe el Ébola (que resulta no ser la hermana pequeña de Jordi Evole) como si hubiese brotado ayer por la mañana cuando la descubrimos en 1976 y l Dustin Hoffman combatió algo parecido en el cine en “Estallido”. Bueno el caso es que ahora nos ha llegado a España, a USA (donde lo tratan con más tacto y naturalidad, envidia me dán )y donde sea, da igual, que para eso hemos empequeñecido tanto el mundo que más que un planeta es una comunidad de vecinos (una casa de “Tócame Roque” en la que no hay quien se aclare). La Enfermedad no es moco de pavo pero, ya estamos como siempre, nuestros políticos son superhombres listísimos (aunque un tanto mafisosillos). Saben de todo, igual te arreglan un impuesto como te curan un padrastro y así nos van las cosas. ¿Porqué no se callan? (que lo dijo el Rey anterior) y dejan trabajar a la ciencia esa que han mutilado con recortes suicidas? Igual nos ahorrábamos más de un disgusto al sembrar nerviosismo e histerias colectivas infundadas que no se como pueden acabar, pero la chapuza y el desastre están servidos.
Nos llevan desorientados porque tampoco tienen ni idea, nos dicen una cosa y la contraria. Todo sea por salir en la tele y ver quien suelta la memez más grande. Especialmente la ministra del ramo, desacreditada, deshonrada y desnortada por su jefe plasmado. Culpabilizan a Teresa, la técnico que dicen que se contagió por un error humano, pero no olvidemos que este no hubiese sucedido jamás si los misioneros no hubiesen venido a sabiendas de que ni teníamos un hospital en
condiciones ni podíamos tratarlos con unos fármacos de los que no disponíamos (en el segundo de los casos y en el de Teresa, por lo menos). Se cargan al perro de la convaleciente, aplicando aquello tan sabido de “muerto el perro se acabó el Ébola” (¿o no era así?), mientras insultan a todo el que se ponga a tiro. Muy medieval todo eso ¿no crees?. Y por último los mismos que nos mienten como bellacos todos los días nos dicen que el Ébola no es muy contagioso pero ponen un teléfono exclusivo de atención… como para dormir tranquilo.
Harán todo menos dejar que sean los expertos los que nos digan que está pasando y lo que debemos hacer. Aquí, como siempre, para saber algo, a Salamanca o mejor, a las universidades privadas, que hay que enriquecer a los ya forrados.
He andado leyendo algo sobre las posibilidades de contagio y las probabilidades de que palmemos todos de esta. No voy a hacer de San Vicente Ferrer ni de lo contrario. Yo, por lo menos me he tranquilizado mucho. Es muy difícil contagiarse haciendo una vida “normal”, si esto que vivimos lo es. Pero no soy médico ni nada que se le parezca, por tanto me limitaré a dejaros un par de enlaces para que saquéis conclusiones. Pero lo que está claro es que aquí lo epidémico es la indecencia de los países desarrollados con los de África. Hasta que no nos ha salpicado no se ha movido un dedo.
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Principales brotes de ébola desde 1976. El País
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