Archivos para noviembre, 2021

La gran renuncia

Publicado: 30 noviembre, 2021 en actualité...

Resulta que me encontré en el rellano a Eugenia, la vecina del segundo y ya sabes como son las cosas. Preguntas cualquier cosa, casi por compromiso, algo así como ¿Cómo estás? Y mira, ella que suele ser muy reservada tenía ganas de contarme que había dejado el trabajo, sin tener nada más a la vista, que había tomado la decisión después de pensárselo muchísimo y que lejos de sentirse mal, se sentía como si se hubiese quitado un saco de plomo de encima, se había liberado.

Me dejó un poco perplejo la verdad. Por una parte, uno no tiene el valor suficiente para tirarse al monte. Más que nada porque por aquí lo del empleo está justillo y porque tropezamos con lo de siempre, tenemos el feo hábito de comer y las facturas no se pagan solas pero; ¿Verdad que después del encierro, el teletrabajo, el miedo de la pandemia y todo lo que hemos vivido las cosas se ven distintas? Personalmente he de admitir a mí también me llegó un momento en el que algo hizo click en ese cabezón que tengo y empecé a replantearme ciertas cosas. Como Jacinto, transportista de los de toda la vida, que un día sentado ante un café en la barra levantó la cabeza y soltó, sin más, “¿Si cuando el mundo se acababa nuestro trabajo era tan “esencial” cómo es que ahora se nos ha olvidado totalmente y se nos trata tan mal?¿Cómo es que ahora que toca hacernos creer que las cosas van siendo “normales” estamos peor que antes?” Si alguna vez te has hecho estas preguntas y te has sentido estafado no creas que eres un bicho raro. Cada vez somos más los que nos sentimos así y pensamos que ya les vale, que eso de pagar por lo de la manzana de Adán y Eva (ya sabes, ganarás el pan con el sudor de tu frente y todo eso) debería haber prescrito ya y porque ya son demasiados los se dedican a la neoesclavitud, sin caretas ni disfraces y convencidos de su versión de ganar el pan con el sudor de SU frente (la nuestra).

Deberían darse cuenta de que la salud emocional de los empleados es importante. No somos lo mismo, cada vez más y más personas descubren que han salido tocadas de los días duros que hemos vivido. Nos alteramos sin motivo, no dormimos, nos sentimos tristes y desgraciados y el sentimiento de querer romper con todo es generalizado (¿Exagerado? En un país donde la principal causa de muerte juvenil es el suicidio no estamos como para ir jugando). El disgusto es tan generalizado que el otro día leí que en USA, sólo en el mes de septiembre, 4’4 millones de personas han dejado su trabajo voluntariamente. Un día, por la mañana sonó el despertador y le dieron un leñazo enorme “Boom” y nunca más volvió a sonar. Como Eugenia, decidieron romper con todo y buscar una nueva vida. Se llama “la gran renuncia” y no, no es una moda snob ni unas ganas desesperadas por no pegar un palo al agua. Es simplemente, la respuesta a un sistema que oprime sin parar, que exige cuando quiere pero no premia cuando debe. Un sistema que ha de cambiar, empezó en USA, pero ya se va viendo en Alemania y en otros países europeos.

No tardará a llegar aquí, donde los empreosaurios no sospechan que un empleado motivado rinde mucho más, donde la empatía con el subordinado suele tender a cero, donde lejos de poner un futbolín para que los empleados se relajen se sigue pensando en que la producción consiste en hacer “currar” horas y horas tomando a las personas como trastos de usar y tirar. Llegará, y cuando empiecen a ser miles los que envíen a tomar viento a sus jefes insensibles veremos como puede el sistema hacer frente a esto.

Meritocracia

Publicado: 23 noviembre, 2021 en actualité...

Hay que ver, últimamente cuando una palabra se pone de moda parece que hay que usarla para todo. Estos días no tengo yo claro si será cosa del algoritmo de Google que controla el mundo o si es casualidad pero le ha tocado el turno a “Meritocracia”, todos, absolutamente todos la sacan a cuento venga o no a colación, aunque nos intenten con ella vender una mentira como un piano de cola aunque intenten justificarse porque claro, en principio lo de hacer méritos para conseguir algo es lo que debiera ser pero, claro, ¿Quién pone el baremo de los méritos? ¿Llegamos todos a poder conseguirlos? Si quieres te cuento una historieta (prometo no ser muy plomo)

Verás, Hará unos cuarenta años había un jovenzuelo al que “le gustan mucho los libros”, decía don Javier, el maestro de la aldea donde vivía. Era una aldea pequeña y su familia estaba al cargo de un rebaño de cabras, del que vivían (más bien malvivian) pero bueno, se apañaban. Resulta que el mozo tenía que dedicarse al pluriempleo porque en su casa se había de partir uno el espinazo si se quería tener un plato caliente en la mesa. Se levantaba más temprano que el resto, repartía el pienso en los comederos y salía corriendo al colegio, llegaba agotado. Después, cuando ya tocaba acercarse al instituto de la ciudad las cosas empezaron a torcerse. No podía acudir a clase pero se las apañaban como podía. Hasta que un día su padre enfermó y se hizo cargo de las cabras, a duras penas se sacó el bachillerato.

Por aquella época creció otro zagal, de ciudad, en el barrio de Salamanca para más señas. Acudió a los dominicos donde no se sacaba ni gimnasia, pero bueno, dicen las malas lenguas que siempre aparecía su apellido compuesto para solucionarlo. Creció y no hacía más que salir de fiesta y al final, cuando las cosas cayeron por su propio peso, “le dieron” el mismo título de bachillerato que al de antes pero su papá lo puso de oficinista en la empresa que pertenecía a la familia desde su fundación. Ahora es subdirector.

Cuando oigo eso de la meritocracia es que me salta una sonrisa inevitable. Si, es genial eso de que si te esfuerzas, si consigues, llegas a ser algo en esta vida. Es maravilloso eso de que el mérito puede ser un ascensor en esta sociedad. Pero, ¿Te has parado a pensar que hay gente que coge ese ascensor en el tercer sótano y otros que se suben en el segundo piso? ¿Has pensado quiénes ponen el baremo? Me explico. Hay gente que no, que no tiene contactos por muchas vueltas que le des y otras que digamos no parten de la casilla de salida porque ya llevan unas cuantas leguas de ventaja. Dale las vueltas que quieras pero en esta sociedad, por mucho que se empeñen en disfrazarlo los señoritos, no es lo mismo el hijo de un jornalero que se gana la vida día a día que el hijo de un apellido de relumbrón, compuesto a ser posible. ¿Qué no es cierto? Pues no tienes más que ver como hoy en día, en pleno siglo XXI todavía se repiten los mismos apellidos en muchos campos que en el XX o si me apuras que en el XIX.

Me parece que cuando el otro día los señores del diccionario hablaban de meritocracia – con sus apellidos de hidalgo de rancio abolengo, pinta repipi y ese tono autoritario- lo hacían porque igual habían aprendido la palabra esa misma mañana. Aunque mejor pensado y conociendo el percal, seguro que lo que buscaban era que nos creyésemos eso de que se esfuerzan tantísimo para conseguir las cosas y así que pasemos por alto que como es su casta la que puso las reglas, tienen las llaves. Y ya sea dicho de paso, hacernos quedar a la plebe como unos maltrabaja. En su idea de la meritocracia les falta una pieza para que todo encaje y es que no añaden a esta ecuación el principio de equidad ese que decía que no se puede tratar igual a los diferentes (si, ya estamos con Aristóteles) ¿De verdad el mérito se puede medir en función de los resultados si en una carrera un caballo sale 200 metros delante del otro y además al segundo le van embarrando la pista?

En la mesa del fondo.

Publicado: 16 noviembre, 2021 en actualité...

Ayer me pasé media tarde charlando con Paco en la mesita aquella del fondo, ya sabes, la

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que tiene la lámpara fundida, aquella que nadie tiene en cuenta porque la música de fondo ni siquiera se oye. Es la mesa maldita, la que aunque el bar esté lleno siempre queda sola. Creo que es la mesa que define al que busca estar un rato “outside” al que se marcharía a un desierto, al que se quedaría mirando aquellos “nevados” de la televisión que no pilla señal o a un monasterio cartujo, yo que se. Quizá me define.
Hay veces en los que se te mete en la cabeza aquello de que formamos parte de un sistema que te va enredando y enredando hasta que cuando te das cuenta te ha dejado sin vida. Tu mismo perteneces a otros, dejas de vivir tu vida y tus sueños para pasar a formar parte de algo oscuro que empieza a comerte hasta que no queda nada. Seguro que todos nos hemos visto así alguna vez.
Puede que añore eso de buscar el fresco de las primeras nieves, la sombra que se apodera del sol y la música cuando llega el invierno. Puede que no haya buscado esa playa tranquila antes de que los turistas sin quererlo la profanen, en su justo derecho, durante el buen tiempo.
Quizá me haya cansado de remar lo que sería verdaderamente horrible porque en el

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momento en el que bajamos los brazos, en el momento en el que nos conformamos, justo en ese momento empezamos a morir no sin antes ser rapiñado y fagocitado por un mundo diseñado como un exprimidor que te sacará hasta la última gota de tu jugo justo antes de desecharte al cubo de la basura.
No sé, quiero pediros perdón, por venir ahora con monsergas y stripteases de almas tristes sentadas a la sombra de una mesa en el café pero, en esa mesa nos convencimos de que

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existe algo más importante que todo lo que nos está sucediendo, más importante que las promesas incumplidas del gobierno de turno, más que la pandemia esta que se resiste a marchar y eso eres tú. Piensa ahora que en todo este juego de luces y sombras chinescas sólo se es libre si obras en consecuencia, si jamás te dejas llevar por fakenews inventadas para enredarte. No recuerdo quién dijo que sólo se es libre cuando se apuesta por la verdad y que el peor esclavo es el que se cree libre. ¿Deberíamos preocuparnos por conseguir nuestra propia libertad?
Siempre nos quedará el café, ese amigo eterno que nos mantiene en un estado parecido a la vida.

Cosme

Publicado: 9 noviembre, 2021 en actualité...

Dicen que Cosme era un buen padre, se levantaba cada mañana para trabajar muy temprano, tanto que sólo podía dar un beso de despedida a sus hijos dormidos y dejar una nota a su mujer junto con el bocadillo que le dejaba encima de la mesa para que se lo llevase al trabajo, ella trabajaba a tiempo parcial, aunque en realidad hacía tantas o más horas que él. Cosme tenía un trabajo en el que no era feliz pero bueno, entre los dos pagaban las facturas, veían crecer a su familia y ayudaban un poco a sus padres que con la pensión no. En la fábrica era Cosme, el arreglatodo, el que siempre sonreía. Todo cambió cuando los nietos del dueño vendieron la planta a una multinacional que no tardó en dejar claro aquello de que los empleados estaban al mismo nivel que las máquinas que manejaban. Se las apañaron para extinguir los contratos de los que llevaban allí media vida y ofrecieron otros prorrogables cada trimestre y según la marcha, eso si, con mucho menos salario ¿Ilegal? Ya, pero es lo que hay, si quieres quejarte ya sabes “a los alemanes” (así acababan todas las discusiones, “quejas a los alemanes”, soltaba el encargado y se marchaba por donde había venido). La vida de Cosme fue cayendo en el infierno cotidiano, vio que ya jamás podría cumplir aquello de ir de vacaciones a Italia con las que soñaba desde niño, cada cual tiene el sueño que quiere. Vio como le rebajaba el sueldo mientras subía todo, que a duras penas pagaba los gastos de los críos y que sus padres se acabarían marchando a un asilo. Se hundió, perdió la sonrisa y las ganas de vivir, perdió el trabajo y a su familia. Dicen que está interno tratando una depresión que lo llevó a pensar que quizás la solución pasaba porque su viuda cobrase el seguro de vida. ¿Conoces a Cosme?


Seguro que habrá alguien que no se alegre de las últimas estadísticas de empleo y de que las cifras del paro continúen bajando, sobre todo los nietos del dueño de la fábrica. Vale que bajan de una manera un tanto sui generis pero bueno, algo es algo. Según las cifras oficiales, cada vez son menos los que pasan los meses sin ingresar nada en casa. Me alegro, de verdad porque si, conozco a Cosme y se que se pasa mal, rematadamente mal cuando se apaga la luz de la habitación, la prole tiene hambre, la nevera está vacía y a la cabeza le da por pensar demasiado.

Las cifras de parados bajan pero hay algo que no cuadra. Si cada vez más personas vuelven al tajo, ¿Cómo es que la cola del economato de Cáritas parece la de las taquillas de un concierto de una estrella del Rock? Si baja tanto el paro, ¿Cómo es que no vuelven las sonrisas a la calle? Algo nos estaremos perdiendo, ¿verdad? Igual va a ser que en las estadísticas no salen algunas cifras que son verdaderamente preocupantes, igual no nos lo enseñan todo. Resulta que igual no ha caído nadie en que por aquí eso de fichar cada mañana no te asegura absolutamente nada y ya empieza a perder la pátina de dignidad que llevaba emparejada. Me explico. Desde que el mundo es mundo trabajar significaba tener algún tipo de beneficio para poder ser más o menos autosuficiente, para sentirse autorrealizado, tener sueños e intentar conseguirlos o hasta para sentirse útil y no acabar siguiendo el camino de Cosme (cada vez más concurrido) en una sociedad en la que si no eres una reencarnación de Mr Wonderful y no eres «una persona de éxito» quedas apartado y ni siquiera te miran en Instagram.

No podemos alegrarnos cuando cada vez más gente anda como vacía, sin alma. Gente que trabaja de sol a sol sin poder ver a su familia porque los precios han subido un 5% mientras sus sueldos cada vez son más canijos. Gente que si intenta pagar el alquiler entonces no come, si opta por comer no puede pagarse ese máster que dicen le dará alguna oportunidad y así, perdonadme que sea cenizo, no se puede soñar en nada, no se puede aspirar a nada y llegamos a pensar que no nos diferenciamos tanto de los esclavos que viajaban en los barcos negreros de África a cualquier plantación de algodón suereña. Ellos también intentaban sobrevivir al nuevo día que se les plantaba delante cada mañana y poco más.

Lo que resulta increíble es que, visto este panorama, en un gobierno de izquierdas se saque de la chistera en un «dicho y hecho»un nuevo impuesto de Plusvaías mientras pasan los meses y nadie haga más que mover la paja de un lado a otro con lo de la «derogación sin derogar» de la legislación laboral esta que permite que vayamos encadenando contratos escritos en el aire, que nos condenan a la inestabilidad en un tiempo en el que pedir un préstamo requiere presentar hasta las escrituras del nicho del bisabuelo. Pero bueno, por aquí parece que los Cosmes no importan demasiado, tampoco a los grandes empresarios que no entienden más que del corto plazo, del pelotazo, de la ganancia rápida, sin pensar en que esos empleados que tienen si se ven mínimamente respetados van a trabajar más y mejor, lo que les reportará más beneficios, pero claro, en estos tiempos del usar y tirar es más eficiente recurrir a la explotación, supongo.

El gran apagón

Publicado: 2 noviembre, 2021 en actualité...

Llevan ya tiempo hablándonos de que puede llegar el gran apagón y nos vamos a quedar a oscuras, que más vale que vayamos gastando en comprar velas porque nos vamos a apuntar a eso del horario del gallo, ya sabes, levantarse con el Sol y acostarse cuando oscurece.
No se habla de otra cosa y cuentan que cuando el río suena, agua lleva. Si no que nos lo digan a nosotros que no creíamos que eso de la pandemia pudiese llegar a tanto. Pero, ¿De verdad se va a acabar la luz?¿De verdad deberíamos ahora aplaudir y darles nuestras almas a las eléctricas para que lo eviten? No se, uno que es desconfiadillo no acaba de ver claro eso de que nos vayamos a quedar como en el SXIX. Igual hay algo detrás de este espanto que nos anuncian porque si resultó raro lo del agotamiento del papel WC o que hoy falten hasta ladrillos en las obras pero eso de que nos quedemos todos sin luz es como si llegasen los marcianos. Párate a pensar, que se acaben las cosas por vete a saber que mangoneo mercantil pero si no hay luz no hay producción y los potentados no amasan “parné”. Ya no te digo más.
Igual va y lo que pasa es que nos llevan un tanto entretenidos pensando en lo que puede venir para que no veamos lo que ya está. Los precios desorbitados, la amiga inflación en un 5% mientras los sueldos bajan y cada vez tenemos menos poder adquisitivo.
Decía Paco que si no será esto del apagón un telón para que no nos quejemos tanto por la subida de los precios porque como más o menos decía José Luis Sampedro, si nos amenazan con matarnos y sólo nos sacuden encima estaremos contentos.
Vendrá el apagón. A este paso tendremos las navidades más oscuras de la historia y ni siquiera Abel Caballero lo impedirá. No tendremos luz porque no podremos pagarla y mientras, el Gobierno sumergido en guerritas sin sentido para saber quién sale más guapo en la foto.