Resulta ser que la táctica esa de intentar confundir al enemigo a base de encender hogueras y meter ruidos estridentes ya nos viene de lejos. Dicen que el Rey Arturo ya le pedía a Merlín que hiciese surgir la niebla para intentar que el bandarra de turno no se diese cuenta de que en realidad el ejército de los caballeros de la tabla eran cuatro monas y les hacía falta alguna que otra ayuda de los efectos especiales de la época. A falta de George Lucas bueno era Merlín. Más adelante también ha habido otras historietas de abracadabra para intentar confundir y oye, lo consiguieron. Ya me dirás si lo de los tanques hinchables de atrezzo y la historia del falso puerto de Alejandría ideada por el mago (si, un mago) Jasper
Maskelyne. Si no conoces la historia, no tiene desperdicio, idearon un falso puerto de Alejandría para que la Luftwaffe se ensañase con ella. Picaron, la idea fue magistral. Casi tanto como la de unas gentes que se han pasado toda la santa semana enredando con una moción de censura de cartón piedra, unas declaraciones altisonantes y un discurso sobre el sexo de los ángeles para al final no hacer nada de provecho (como ya resulta habitual) y declarar el toque de queda.
De timos perpetrados a base de confundir al prójimo ya sabemos un rato ¿Verdad? Pues parece que una vez más nos han tomado el pelo. Me refiero a lo de siempre, a lo de aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid para darnos otro golpe en toda la cresta. ¡Ya empezamos a parecer piñatas!. Esta vez nos ha tocado quedarnos en casa por la noche. No me malinterpretes, hemos de hacer lo que sea necesario para parar esta lacra que nos ha tocado pero es que al final en este mundo la apariencia cuenta bastante y no me dirás que en todo el planeta no tenemos la impresión de que TODOS van dando palos de ciegos y los que acabamos engrosando las ya enormes cifras de los que han perdido tanto que ya no pueden ni conseguir una comida decente al día somos nosotros, cada vez más. Los mismos que acabamos cargando con las prohibiciones sin que se molesten en dirigirse al vulgo para contestar a una de las mayores preguntas de la historia de la humanidad ¿Y eso para que vale?.
Ya sabemos muy bien que los seres humanos somos de naturaleza un tanto blandita y tendemos a intentar protegernos al precio que sea. Si nos das a elegir entre seguridad o derechos vamos corriendo a abrazar al que nos ofrece su protección, ya sea Securitas Direct, la policía o la mafia calabresa. ¿Qué más dará? Pero al final las cosas tienen su límite y empezaremos a hartarnos, resulta hasta lógico. Empezaremos a cansarnos de que no se nos tenga en cuenta. Aburrirnos de ver que nos tratan como a animales, sin tener en cuenta los efectos secundarios de medidas que se sueltan a lo bestia, sin anestesia,con ensañamiento, sin que se tenga en cuenta que con el anuncio del estado de
alarma hasta mayo nos han recortado la ilusión de unas simples navidades y hasta la idea de que este año ni los turrones El Almendro podrán emitir su anuncio porque eso de «volver a casa por navidad» va a estar dificil. ¿Es que nadie se ha parado a pensar que si andamos con la moral en el semisótano lo que van a conseguir es que cambiemos los aplausos de las ocho y el resistiré por una linda insurrección con quema de cosas incluidas?. ¿Exagero? Según la Facultad de Psicología de la Complutense uno de cada cinco españoles ya padece depresión. Pero eso no parece tenerse en cuenta.
Archivos para octubre, 2020
Corría el año 1920 cuando la revista “España” empezó a publicar por entregas las “Luces
de Bohemia” de Valle Inclán. Puede que sin saberlo ese fuera el nacimiento del esperpento como género literario. Aquí todo es grotesco, todo parece llevado al límite. Se entrelazan la tragedia y la farsa, lo posible con lo aberrante o la caricatura con lo lúgubre creando una atmósfera incomprensible en la que el único que sabía que es arriba y que es abajo era el propio Valle Inclán porque en sus letras todo es posible. Algo parecido a la realidad de nuestro día a día en el que parece que hayamos perdido toda capacidad de sorpresa.
Estoy convencido de que a Valle-Inclán (con su barba blanca tamaño XXL y su brazo perdido en una trifulca de café), se le hubiesen caído las gafas de la cara si hubiese visto lo que andamos viviendo hoy en día. Lo de sus esperpentos pasarían como la cosa más normal del mundo. Alguien como él se daría cuenta de que esto es insuperable, ya podría pensar en algo grotesco y espantoso, en lo que sea, que no llegará a ser tan demencial como la realidad que vivimos en este 2020. ¡Maldito sea!
Seguro que don Ramón María hubiese retado a duelo a todo el hemiciclo en fila india. Un hemiciclo en el que callarían como tumbas sus ocupantes si oyesen sus palabras,
de pura admiración. Porque lo que es hablar, a esta gente no se le da muy bien, su especialidad es el exabrupto tabernario y las formas patibularias. Seguro que ni el autor de “Divinas palabras” ni nadie con un podo de decencia hubiesen podido asimilar que la Carrera de San Jerónimo se haya transformado en un circo dadaísta, si es que me perdonan los señores de la carpa y el “más difícil todavía”.
Lo digo porque igual a sus señorías no les parecen suficientes un millón de personas contagiadas y una cifra de difuntos de la que ya cuesta seguir la cuenta como para parar el
espectáculo estéril que nos regalan e intentar remar en una dirección para intendar dejar de dar vueltas en círculo y acercarnos a una salida a esta lacra que nos ha caído en suerte y que se está llevando la vida de demasiados, los sueños de muchos y el bienestar de todos. No lo harán, se encuentran en su salsa demostrándonos lo zafio de su discurso en el que cuenta más golpear al adversario que ofrecer una solución a los que lo están perdiendo todo. No están dispuestos a ponerse a trabajar porque a sabiendas de que de esta no salimos vivos continúan pensando en ellos mismos y son capaces hasta de acudir a Bruselas con un discurso postapocalíptico sobre nosequé de un estado fallido (bueno, estaremos pasándolo mal pero de ahí a decir que somos un solar todavía quede mucho) Todo para ver si así todavía pintan más negro el escenario e intentar sacar algún tipo de beneficio siniestro. Igualito que los buitres cuando huelen la carroña.
Esta semana vamos a vivir otro acto de este vodevil, una moción de censura por parte de
unos que dicen ser más españoles que ninguno pero que no son capaces de entender que con este show no van a conseguir más que crispar los ánimos en una sociedad que ya anda bastante alterada al no ver salida al problema que padecemos sino que damos por sentado que el desastre post-covid va a ser antológico. No se como andarán de matemáticas pero los números no salen y las matemáticas por desgracia suelen ser algo inapelable. Pero ¿sabes una cosa? Como soy, a pesar de todo, de naturaleza ilusa albergo la esperanza de que este sainete servirá para hacer despertar de una vez por todas a la clase política que padecemos. Igual ahora que les va a tocar retratarse, espabilan un poco y se ponen a hacer algo productivo (de ilusión también se vive).
Parece ser que a nadie de los trajeados les importa más que mirarse al ombligo, no atienden a la necesidad de intentar parchear esto por lo menos para parar el desastre. Andan tan a lo suyo que no se han percatado de que estamos ya cansados, muchísimo. Cansados de tanto sacrificio por parte de los de siempre sin que la administración haga nada de provecho. Cansados de tanto esfuerzo baldío y tanto dolor. Esto se ha transformado en una Santa Bárbara y no es bueno andar encendiendo fuegos en ella. Igual se les ha pasado por alto el que la más pequeña chispa puede ser la que haga explotar el polvorín.
Cuentan en la mitología griega que Sísifo, (ya sabes, el hijo de Eolo y Enareta, el de Ulises) fue castigado por avaro y mentiroso Ya ves tú, hoy nos faltarían montañas y piedras para tanto condenado. El caso es que el pobre infeliz se dedicaba a empujar cuesta arriba por una montaña un canto rodado de tamaño XXL que al llegar a la cima volvía a rodar hacia abajo, y así para siempre, repitiéndose una y otra vez el frustrante y absurdo castigo. Seguro que si lo hubiesen castigado ahora no hubiesen sido tan clementes, ¡a saber la que le hubiese caído encima!. ¿Total eso de la piedra qué será al lado de lo que nos hacen acarrear ahora todos los santos días sin haber sido tan malos?.
Ya se que esto es el cuento de siempre pero es que parece que estemos condenados a repetir una y otra vez el mismo soniquete pero es que esto es el cuento de nunca acabar, cuando parece que levantamos cabeza, !Zasca¡, volvemos a empezar porque a alguien se le ha ocurrido una «nueva normalidad» para salvar el turismo o alguna cosa por el estilo. Igualito que nuestro amigo Sísifo. Parece que estemos pagando nosotros la condena que merecen nuestros políticos empeñados en que ellos van a saber sacarnos de esta. Aunque bien pensado igual si lo merecemos por votar y consentir que esta panda nos haga las barbaridades que nos hacen sufrir por su cabecita loca. Pero bueno, esa historia ya nos la conocemos.
Decía todo esto a cuento del monotema que nos lleva enganchados desde el mes de marzo y no es para menos, no me vayas a malinterpretar (Si lo de siempre, “el bicho”). Pero es que cuando llegamos a creer que podíamos con todo esto a pesar de “ellos” y gracias a todos los que se jugaron la vida por intentar salvar las nuestra, a sabiendas de que la especie humana es ingrata por definición y pasa rapidito de los aplausos en los balcones a los abucheos callejeros.
Cuando parecía que la pesadilla podía llegar a su final nos hicieron rodar la piedra hacia abajo con sus decisiones surrealistas en las que aplican el «método ostra” (mirarse al ombligo todo el rato) sin que parezca que les importe un botijo lo que nos ocurra si meten la pata hasta el cuello. Como muestra un botón, se colgaron la medallas al salir de la primera ola y ahí quedó la cosa, no hemos mejorado nada, nuestras UCIS siguen igual y sobre todo nuestros abuelos continúan en unas residencias que no están más preparadas ni de lejos para soportar un «segundo round», como si no mereciesen toda nuestra atención y respeto en logar de abandonarlos de nuevo. Como sociedad civilizada dejamos bastante que desear, ¿no?.
Y en eso estamos, inmersos en una guerra estéril de “todos contra todos” Un Gobierno enfrentado con todos. Hasta con el monarca gracias a un presidente del CGPJ que se pasó de desleguado. El mismo ejecutivo que se ha visto obligado a abrir otra guerra confinando Madrid de tapadillo (demasiado tarde, en mi humilde opinión) visto el delirante comportamiento de su presidenta a la que parece no importarle llevar el dolor y muerte a miles de madrileños. Ya nos dijo que «no se trata de confinar al cien por cien de los ciudadanos para que el 1 por ciento contagiado se cure, se trata de detectar al 1 por ciento que va contagiando y que el 99 por ciento salga a la calle a buscarse de vida». No se a ti, pero a mí se me heló la sangre al oír eso. Le propondría a la señora Ayuso que hiciera un ejercicio, poner nombre y cara a las decenas de miles de personas que pretende abandonar a ver si después de eso conseguía conciliar el sueño aunque con esta gente nunca se sabe.
Parece que no hay nadie al otro lado. Parece que estos continúan a lo suyo, a anteponer esa política rastrera que saben hacer antes que a nuestras vidas. Parece que estemos condenados a volver a empezar la famosa curva, una y otra vez. Cada vez más cansados, cada vez más decepcionados al ver que no mejoramos nada, cada vez más desmotivados. ¿De verdad que no hay nadie con dos dedos de frente o humanidad como para dejar de lado los intereses políticos más rastreros, dar paso a los científicos de verdad y sacarnos de esta? Igual no le llega ni para pensar que en el fondo nosotros les elegimos y si nos van tocando las narices ni Dios sabe lo que puede llegar a ocurrir. Ejemplos a lo largo de la Historia los hay para dar y vender. Pero una cosa está clara, si Sisifo se presentase a las elecciones ganaba seguro porque comparado con la mayoría de los especímenes que padecemos este era un santo varón.