La verdad es que no se si será porque en mi super de cabecera los polvorones, mazapanes y todas esas bombas calóricas que antes volvían a casa por Navidad pero este año llevan amenazando en las estanterías desde finales de septiembre, con todo el calor y bochorno como diciendo “cómeme, cómeme” o puede que sea que ya ni escuchamos los soniquetes que golpean nuestro cerebro porque andamos tan liados con el timo de la cumbre climática, el rollo saduceo de la formación de Gobierno y todo eso que si no somos capaces ni de recordar que anda medio país necesitado imagina tú si podemos fijarnos en que nos hemos metido en los días de villancicos. Es tan grave como que ni siquiera en el café han sacado este año el portalito “Kitsch” ese que ponen todos los años a pesar de que en el cine y la tele nos taladran a base de películas navideñas.
Pero lo que resulta incontestable es que este domingo será el sorteo de Navidad y tocará desempolvar las buenas caras esas que tenemos el resto del año escondidas en el fondo de los cajones de los calcetines. La semana que viene ya nos reuniremos con “la famiglia”, como decía Don Vitto Corleone. Nos juntaremos para comer, soportanos un rato, intentar contenernos y que no se note lo que opinas de algunos de ellos (las cenas navideñas, a veces, te ponen a prueba, aguantar y aguantar como un mártir para no soltarle “cuatro frescas” al que se sienta al lado de la mesa y que llevas zapeando todo el año) Ya sé que suena a tópico pero bueno, también es verdad que “cuando el rio suena…”.
Estoy pensando en que como después de tanto tiempo ya somos como viejos amigos, te confesaré algo. Este año no me ha llegado el espíritu de la Navidad, igual me llega para febrero como cuando compras algo en Aliexpress y me da por montar el árbol ¡a saber!. No es que yo haya sido muy navideño nunca pero tampoco soy el Grinch. En el fondo puede que sea de los que aparentan ser cascarrabias pero en el fondo hacen lo imposible para juntarse. Lo confieso. Pero este año te aseguro que, si me llega el fantasma de las Navidades presentes le diré que ando ocupado jugando al mus con el de las Navidades pasadas. Este año me ha invadido la melancolía, la ausencia, el sentimiento del que ha perdido a alguien irremplazable. Me faltan piezas y, lo siento, no puedo armar el puzzle. Igual es porque es el primer año que encontraré esa silla vacía. “Es ley de vida” decían, pero ¿verdad que tú y yo sabemos que las leyes pueden ser muy injustas? Sabes de que te hablo.
También es verdad que el hecho de que ande un poco tocado me impide desearte de todo corazón y con la mayor sinceridad que pases unos días maravillosos. Da igual la religión que profeses (si es que tienes alguna), el caso es que será porque el día empieza a ganar terreno a la noche, por lo que nos queda de aquel “Sol Invictus” de los romanos, por los convencionalismos o por lo que sea pero estos días son distintos al resto de los del calendario. Disfrútalos porque lo mereces, te los has ganado con creces a lo largo de todo este largo año y no debes permitir que te los amarguen. Encuentra la paz y el sosiego que nos arrebatan el resto del año con los tuyos o con quien quieras. Me encantaría saber que has podido encontrar las fuerzas para seguir siempre un paso más allá.
Lo que no estaría de más sería dejar un rinconcito, entre comilona y villancicos, para acordarte un poco de los que no podrán celebrar nada porque forman parte de los desheredados, víctimas de una sociedad injusta y desigual. Igual encuentras un ratito para encender una vela que brille como un faro para los que también en Navidad estarán perdidos en mitad de un mar que hemos convertido en un cementerio. Puede que tengas un momento para dar las gracias a los que trabajarán esta noche para que tú puedas divertirte.
Hazme caso, aprovecha los momentos, atesóralos en tu corazón. Nunca sabes cuando será el último y si te queda algo por celebrar, por decir, por sentir, igual para el próximo ya es tarde.
De todo corazón, Felices navidades.