Yo no sé pero últimamente hay días en los que envidio hasta la vida de mi mascota, un periquito al que llamamos Cookie. Si te paras a pensar, la vida de Cookie es bastante más sencilla y placentera que la nuestra aunque reconozco que el lastre de vivir en “semilibertad vigilada” ha de pesar muchísimo. Pero pensándolo bien, los mundanos mortales vivimos últimamente en una especie de Gran Hermano en el que como te muevas no sales en la foto o se encargan de decorarte el cráneo con unos lindos chichones, así es que no se que va a ser peor.
El pobre bichejo ha de preocuparse en hacerse entender si se le acaba el alpiste o el agua y juro que lo hace con más insistencia que un inspector del fisco siempre que a este mísero carcelero se despista y le escasean las viandas. Lo hace mucho mejor que algunos de nosotros que moriríamos de inanición antes que reconocer que tenemos problemas de subsistencia y necesitamos ayuda de un semejante, por lo menos Cookie se acerca caminando o volando y reclama picoteándote persistentemente la testa si hace falta.
El animalito no entiende de los problemas sociales, laborales, económicos y de esos espantos vario s que nos hemos inventado los humanos. Digo que nos hemos inventado los humanos porque, ¿no será la nuestra la única especie que paga hipotecas o plazos de todo tipo hasta la muerte o más allá? Aunque de verdad, no estoy completamente seguro de si existen dos especies humanas y que una de ellas se ha encargado ya de degradar, humillar y vejar tanto a la otra, la nuestra la de los “parias curris”. Como decía ya no tengo muy claro si pertenecemos a la misma especie o si esto forma parte de la evolución, de la selección natural tipo Darwin, creo que igual los Neardentales eran un grupo de hipotecados y desempleados que fueron extintos por los Sapiens que en realidad eran los políticos, directivos de teles públicas, tertulianos de TV, banqueros y tiparracos por el estilo. Como no queda nadie para contárnoslo vete tú a saber. Yo lanzo la idea, al aire, por si cuela.
En estos días me paro a pensar si la mitad de nuestros agobios son necesarios o esto sólo es una forma de masoquismo, de autoflagelación masiva, porque hace falta ser masoquista para vivir en el estado de estrés acuciante y perenne en el que nos procuran esta mundana existencia. ¿Hace falta complicarse la vida tanto para vivir? ¿por qué hacemos caso de gentes como el Sr ex bigotudo que antes de ayer abrió otra vez la boca para subir el pan con un discurso rancio y repetitivo? No digo si acertado o no, sólo que es ya una especie de mantra, igual el suyo que el de casi todos nuestros parlanchines que llenan los telediarios con sus palabras deslumbrantes, grandilocuentes, hormonadas, cicladas pero vacías de contenido, puro escaparate. Aunque esta vez el señor vigoréxico creo que no ha calculado bien la frenada, esa aseveración tan rotunda, tan suya de que los nacionalistas son malos gobernantes podía volverse en su contra, siempre tan nacionalista español como es él.
¿De verdad no podemos simplificar un poco nuestro “Way of Life”? La respuesta a estas preguntas, para muchos sería un SI rotundo, más grande que la Catedral de Burgos o que un aeropuerto construido con subvenciones, seguro. Pero después seremos incapaces de pasar a la práctica sin que nos perdamos, o nos pierdan, en una utopía impracticable porque simplemente, somos así y necesitamos complicarnos la existencia, a lo megalómano, estilo faraón, a tutiplén.
Necesitamos creer que no podemos vivir sin todos esos chismes y artificios aunque reconozcamos, sin llegar a ser Luditas, ¡no nos pasemos!, que muchos de ellos no hacen más que dificultarnos la llegada a fin de mes e incluso nos aminoran nuestras capacidades de autosuficiencia, nos hacen dependientes, como nos sugirió un tal J. J. Rousseau (bueno, también él fue en cierto punto un hipócrita, mentiroso, sobre todo con respecto a sus hijos), esta reflexión cobra especial importancia sobre nuestras devastadas finanzas con la proximidad de las compras navideñas. Necesitamos ofrecer nuestras almas como sacrificio a los Dioses Bankios (aunque después cumplan al pié de la letra con el «Principio de Bankímedes» que formuló F. Grande), como sea, al precio que sea. Necesitamos creer al primer mercachifle mesiánico que nos vende cualquier artificio político para así perpetuarse en su chollo y seguir viviendo sin dar un palo al agua. Y así podíamos estar hasta mañana. No estoy proponiendo la tontería de ocupar la primera cueva que veamos, entrando estilo “patá a la puerta”, desahuciando al oso que pueda morar en ella al estilo banco insaciable y plantarnos a vivir dentro estilo cangrejo ermitaño. Sólo estoy proponiendo que nos sentemos cada uno sobre la primera piedra que veamos, al más puro estilo “El Pensador” de Rodín y recapacitemos sobre como podemos simplificar nuestra existencia, en como podemos quitarnos la espina profunda que todos tenemos, la losa que no nos deja respirar y veamos que podemos vivir sin ella. Si conseguimos desprendernos de la más pequeña de ellas habremos conseguido un poco más de felicidad. Aunque no lleguemos al extremo de San Juan Bautista o cualquier asceta yogui, que tampoco es cuestión.
La idea es descubrir que existe la felicidad más allá de lo que nos venden nuestros políticos, de lo que nos financian nuestros banqueros o de lo que nos evangelizan nuestras religiones. No propongo la vuelta a la gruta pero sí la simplificación de nuestras vidas, mimimalismo estilo Zen, la búsqueda de un poco de sosiego. Preocupemonos de lo que creemos necesario, identifiquemos que es y luchemos por ello, sin caer en la gran falacia de la falsa austeridad esa que nos han endosado, el resto son accesorios y en estos tiempos en los que nos han vendido este gigantesco timo disfrazado de crisis, los accesorios son lastres que no siempre podemos llevar encima, porque nos pesan.