Archivos para febrero, 2021

El nombre de las cosas

Publicado: 23 febrero, 2021 en actualité...

Desde que el mundo es mundo siempre el ser humano ha tenido la necesidad de ponerle nombre a las cosas con las que se va encontrando por ahí. Generalmente se trata de una etiqueta para aclararse un poco porque imagina intentar hacer ver al resto de la tribu que viene un Dientes de Sable con más hambre que un ratón de herrería. Sería como jugar al Gestos o al Pictionary mientras lo describes y el resto lo adivina, el bicho ha llegado y se ha zampado a cinco o seis. ¿Verdad?.

Lo de ponerle un nombre a algo casi nunca es inocente porque ya que nos ponemos a etiquetar algo lo hacemos como nos interesa, intentando provocar en el que lo oye una emoción que nos sea útil. Si llamamos a alguien Pedrito seguro que no nos imaginamos a un buen mozo de dos metros de alto y los brazos de un escolari, lo imaginamos como alguien pequeñito y tierno. Pero la cosa cambia si es Don Pedro, así, más grande y solemne. ¿Qué le vamos a hacer? Nuestro cerebro está acostumbrado a jugar a las imágenes, es inevitable, seguro que te impone más oir a Iván “El terrible” que a José I Bonaparte, alias “Pepe Botella”, en el primer caso dan ganas de correr a “postrarse en dos” y en el segundo, de levantase contra el francés, cosas que pasan. Esa manía de nuestro cerebro puede resultar muy útil según para qué. Depende de como le llamemos a las cosas se crea un ambientillo u otro en el que lo oye y eso puede que esté afectándonos un poquitín en estos días tan rarejos que vivimos.

Me explico. Seguro que sabes que soy de Valencia. Pues bueno, aquí desde siempre, de vez en cuando nos llueve polvo sahariano mezclado con agua – en mi caso justo después de lavar el coche, es un axioma irrefutable- Cuando eso ocurre siempre se repite la misma historia, unas maldiciones y una sesión de escoba y fregona y hasta la próxima. Nunca ha ocurrido nada más, no nos ha importado demasiado. Pero últimamente la cosa cambia. Por la tele se pasan un par de días antes avisándote que nos va a caer una “lluvia de sangre” pues, oye, como es normal eso te pone las orejas de punta, no es lo mismo, ni duermes pensando en la que nos va a caer. Y así últimamente con todo, a las olas de frío de estos meses antes les llamábamos invierno y nos quedábamos tan panchos, a los prevaricadores, sinvergüenzas … Era todo más fácil que ahora que nunca llamamos a las cosas por su nombre sino más bien por otro que cree un mayor desasosiego, es como si nos quisiesen tener distraídos, asustados pensando en si vendrá otra vez Filomena o si Gloria volverá a llevarse el paseo marítimo. Por lo que sea han conseguido que todo lo que ocurre a nuestro alrededor acabe teñido con halo de apocalipsis irrepetible, todo es específico individualizado, irrepetible. Todo está sumergido en ese ambiente de desastre de las películas de catástrofes de serie B del domingo por la tarde. Igual es que al que pone el nombre a las cosas se le ha ocurrido mantenernos en un estado en el que todos nos sentimos desamparados como el náufrago que ha sobrevivido al hundimiento o como el que ha sobrevivido al holocausto nuclear.

¿Qué pretenderán con ello? Igual que no miremos más allá de la próxima nevada y no veamos que están ocurriendo muchas cosas a nuestro alrededor además de la pandemia que todo lo invade.

Supongo que tu también presentías eso de que por aquí, en el fondo, somos muy nuestros y esto de las elecciones catalanas acabaría más o menos como empezó. Al final eso de intentar marear la perdiz o intentar modelar las ideas de cada uno, por suerte, no funciona. A veces para bien y a veces para mal, cada uno tiene su realidad que defender que para eso estamos en la tierra de Buñuel o Dalí. Un lugar tan surrealista que afirma que todos los ciudadanos son iguales ante la ley pero existen unos que son mas iguales que otros. Nada, tonterías mías.

Empezamos la semana con algunos intentando hacernos comulgar con ruedas de molino y hacernos tragar aquello de que “la niña se nos hace mayor” y “La niña se nos va al cole al extranjero”. Puede que hayan conseguido revolver el gallinero pero al final me parece que muchos hemos acabando pensando que ¿Dónde está la noticia? Esta gente hace lo que le da la gana y seguirá haciéndolo mientras no nos sentemos a hablar sobre lo que se puede y no se puede hacer en esta pseudodemocracia en la que de fulmina al que se pasa de la raya con la tituladora de la tele o se encierra al que canta según que cosas. Te diré que no me han gustado nunca las canciones de Hasél pero oye, con cambiar el dial de la radio ya basta, cada cual es muy libre de cantar lo que quiera. Los tiempos del medievo y las tijeras de la censura deberían haber acabado ya. Pero bueno, está visto que no, aquí continuamos obligados a aplaudir con las orejas el que la niña se marche a Howards al cole y a callar según que cosas. Ya se lo decía mi abuelo a mi padre “no te signifiques o acabarás mal”. Nada nuevo bajo el sol.

Igual nos hace falta tatuarnos en la cara aquella frase que dicen era de Voltaire «No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo».  Si me guardas el secreto te diré que, al parecer fue Evelyn Beatrice Hall, seguro que si no hubiese sido mujer no se la habría silenciado tanto.

Y en esto que andábamos enfrascados hasta que llegó el domingo y nos dimos de bruces con la realidad – No, señores de la porra, las ideas de las masas no se modifican con el palo y la amenaza-. Votaron en Cataluña y a pesar de los pesares sólo podemos sacar unas pocas conclusiones. Si el PSC siguiese el mismo camino que Cs en las últimas elecciones con eso de no querer presentarse a la investidura (donde previsiblemente el show del día va a ser el emplumamiento del Sr Illa)  sería el siguiente en acabar en el pudridero porque, a pesar de todos, la mayoría independentista sigue viva, muy viva y seguirá así mientras no se intente el diálogo asumiendo la realidad desde todas las partes. Esa es una conclusión, la otra, mucho más peligrosa. Recuerdo cuando en los tiempos del pleistoceno algunos me decían, riéndose, que el desastre de la izquierda era la fragmentación y yo les respondía que ojalá no les pasase a ellos lo mismo porque si eso ocurría podíamos pasarlo todos muy mal. Ayer me llamó por teléfono un buen amigo, derechón hasta la médula (siempre intenté no mezclar ideologías con amistades -ya conocéis a Paco-). Me fijo que  había entendido lo que siempre decíamos sobre la atomización y hasta me pidió disculpas por las burlas de años (no las merecen, siempre han sido respetuosas).  La izquierda siempre se ha ensarzado en luchas internas pero ahora que son ellos los que se están robando la merienda los unos a los otros han descubierto que con todo esto han despertado a la bestia del fascismo. Vox, cuarta fuerza más votada en Cataluña. ¿Podrán dormir tranquilos?.

La moral de la tropa

Publicado: 9 febrero, 2021 en actualité...

Te levantas por la mañana, arrastrándote sin saber muy bien porque lo haces. El cansancio ha invadido tu vida y se ha visto impregnado por un extraño sentimiento de vacío que todo lo abarca. Una sensación de soledad te acompaña No hay ganas de nada. No te preocupes, puede ser normal.

Llevamos ya más de un año de pandemia. En este año se ha intentado acabar con el bicho, empezamos fuerte, aplaudiendo a las ocho y con un “todo saldrá bien” tatuado en la frente. Han pasado los meses y nos encontramos en el punto de salida (como poco) o eso por lo menos es lo que percibimos al ver a través de todo el coro monotemático y monocorde como canto gregoriano que nos bombardea día y noche diciéndonos que nada funciona y que las cifras son mareantes. Puede que sea verdad pero lo que sí lo es es que así, realmente, intentar mantener cualquier tipo de buen pensamiento se hace difícil, sucumbimos a la poda y acabamos con el cerebro aborregado. Pensando que vamos a palmar todos, inevitable.

Si tú también estás en este punto, no te preocupes, puede ser normal. Puede serlo porque en todo este maremágnum nos hemos olvidado alimentar un factor importante, nuestra propia moral para seguir adelante con esa sonrisa que ahora nos hace tanta falta. Resulta ridículo intentar plantar batalla al más absurdo de los enemigos si la tropa ya se presenta en el campo vencida por dentro, vacía y desmotivada. Así andamos ya la mayoría. Deprimidos y con un “no hay salida” que nos han grabado a base de machacarnos y de decirnos que somos unos zotes incapaces de hacer nada cuando puede que no toda la culpa sea nuestra. Vale que algunos no se han dado cuenta todavía de nada pero también igual tiene algo de culpa el intentar parar al bicho con medidas que se revelan como verdaderas tonterías  y que no hacen más que hacer patente la incompetencia de los que nos las incrustaron. ¿Resultado?  Ya no somos capaces de comprender el sentido de la lucha y más a aún cuando se nos confunde con normas que no entendemos (o preferimos no entender para que no nos den ganas de quemar algo) como por ejemplo eso de que podamos acudir a un meeting electoral pero no  reunirnos con la familia o que el virus sólo actúe en franjas horarias. La verdad, no parece muy lógico a simple vista y eso no ayuda.

Andamos apagados, confundidos y con peligroso sentimiento de vacío. Como si nos hubiesen extraído el alma con una pajita. Si fuese malpensado diría que igual a alguien se le ha ocurrido dejarnos así porque si estamos tristes y desorientados nos volvemos vulnerables, manejables. Pero el  problema está en que ningún hueco en el universo queda exento a la tendencia a ser rellenado (como prueba empírica te preguntaré si eres capaz de mantener un armario vacío). Veremos de que se rellenan nuestras almas esta vez, porque visto lo visto, alegría y esperanza no nos queda demasiada y en cambio es la bilis amarga la que abunda cada vez más, por las redes, por la tele y por los circos políticos en los que la extrema derecha parece que vaya expandiendo sus redes.