Te levantas por la mañana, arrastrándote sin saber muy bien porque lo haces. El cansancio ha invadido tu vida y se ha visto impregnado por un extraño sentimiento de vacío que todo lo abarca. Una sensación de soledad te acompaña No hay ganas de nada. No te preocupes, puede ser normal.
Llevamos ya más de un año de pandemia. En este año se ha intentado acabar con el bicho, empezamos fuerte, aplaudiendo a las ocho y con un “todo saldrá bien” tatuado en la frente. Han pasado los meses y nos encontramos en el punto de salida (como poco) o eso por lo menos es lo que percibimos al ver a través de todo el coro monotemático y monocorde como canto gregoriano que nos bombardea día y noche diciéndonos que nada funciona y que las cifras son mareantes. Puede que sea verdad pero lo que sí lo es es que así, realmente, intentar mantener cualquier tipo de buen pensamiento se hace difícil, sucumbimos a la poda y acabamos con el cerebro aborregado. Pensando que vamos a palmar todos, inevitable.
Si tú también estás en este punto, no te preocupes, puede ser normal. Puede serlo porque en todo este maremágnum nos hemos olvidado alimentar un factor importante, nuestra propia moral para seguir adelante con esa sonrisa que ahora nos hace tanta falta. Resulta ridículo intentar plantar batalla al más absurdo de los enemigos si la tropa ya se presenta en el campo vencida por dentro, vacía y desmotivada. Así andamos ya la mayoría. Deprimidos y con un “no hay salida” que nos han grabado a base de machacarnos y de decirnos que somos unos zotes incapaces de hacer nada cuando puede que no toda la culpa sea nuestra. Vale que algunos no se han dado cuenta todavía de nada pero también igual tiene algo de culpa el intentar parar al bicho con medidas que se revelan como verdaderas tonterías y que no hacen más que hacer patente la incompetencia de los que nos las incrustaron. ¿Resultado? Ya no somos capaces de comprender el sentido de la lucha y más a aún cuando se nos confunde con normas que no entendemos (o preferimos no entender para que no nos den ganas de quemar algo) como por ejemplo eso de que podamos acudir a un meeting electoral pero no reunirnos con la familia o que el virus sólo actúe en franjas horarias. La verdad, no parece muy lógico a simple vista y eso no ayuda.
Andamos apagados, confundidos y con peligroso sentimiento de vacío. Como si nos hubiesen extraído el alma con una pajita. Si fuese malpensado diría que igual a alguien se le ha ocurrido dejarnos así porque si estamos tristes y desorientados nos volvemos vulnerables, manejables. Pero el problema está en que ningún hueco en el universo queda exento a la tendencia a ser rellenado (como prueba empírica te preguntaré si eres capaz de mantener un armario vacío). Veremos de que se rellenan nuestras almas esta vez, porque visto lo visto, alegría y esperanza no nos queda demasiada y en cambio es la bilis amarga la que abunda cada vez más, por las redes, por la tele y por los circos políticos en los que la extrema derecha parece que vaya expandiendo sus redes.