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Supongo que a estas horas ya te habrás enterado de que estamos en guerra y que nos han caído (mínimo) un par de semanitas más de confinamiento a los que puedan quedarse en casa (el que suscribe, inexplicablemente, todavía ha de ir a un trabajo que no es precisamente esencial «por imperativo legal»). Decía que estamos en guerra porque esto es lo que estamos librando, una guerra contra un enemigo pequeñito y malasombra que está cambiando nuestra forma de ver las cosas hasta el punto de que cuando le ganemos este mundo ya nunca volverá a ser el mismo. Seguro que dentro de muchos años estos días se recordarán como los que se disputó lo más parecido a la III Guerra Mundial. Seguro que no nos lo imaginábamos así pero ya me dirás si no es verdad que en todo el continente andamos como podemos intentando parar esta especie de peste medieval que nos ha caído encima.

Te preguntaba si te habías enterado porque, aunque yo se perfectamente que no es tu caso (y eres de los que llevan días de confinamiento porque entiendes la importancia del asunto) estoy seguro que te pasa como a mí, que te hierve la sangre cuando te asomas a la ventana y ves que todavía quedan desaprensivos que creen que esto no va con ellos, que como nacieron en el Planeta Kripton son inmunes a todo. Son tan egoístas que no llegan a entender que vale, serán inmunes y no les ocurre nada (allá ellos) pero pueden traerse a casa un visitante que puede enviar a su propio padre al otro mundo, pasando antes por un hospital saturado en el que habrán unas personas, los verdaderos héroes de esta guerra, que harán lo imposible por salvarlo, a él y a otros cientos con unos medios precarios (ya hablaremos de eso otro rato porque ahora, con la efervescencia, acabaría en la cárcel). Por eso, si por una de aquellas, tu eres uno de esos que van vestidos con mono ajustado, una capa colgando del hombro y lo de #Yomequedoencasa no va contigo (o conoces a alguno) párate a pensar si el riesgo que corres al ir a comprar el pan dos veces al día (cuando antes ni sabías donde estaba el horno) o sacar al perro a pasear cada hora vale la pena como para jugarte la vida de tus seres queridos, ya que la tuya propia no parece importarte demasiado.

Pero a pesar de todo esta situación inaudita y desconcertante en la que cada día, como en toda guerra que se precie, nos consternamos con un parte de bajas que crece y crece sin parar y lo que es peor, no sabemos hasta cuando. Nuestros gobiernos pueden decirnos esto o aquello pero la verdad es que ellos tampoco saben y nuestra esperanza está puesta en la investigación, irónico pero justo aquellas personas a las que se ha ignorado y recortado el presupuesto son las que  están trabajando 25 horas al día con más voluntad que medios porque han de encontrar la vacuna y salvarnos a todos. La verdad es que cuando esto acabe no vamos a tener suficientes plazas para poner monumentos y más de cuatro van a tener que exiliarse al Desierto de Gobi a purgar su vergüenza, por lo que hicieron y están haciendo. Unas acciones que ahora van a costar la vida de tantos.

 

Mientras nos inquietamos y nos indignamos viendo lo que pasa con Trump, con Putin y con cualquier cosa de las múltiples que nos llevan carcomidos los últimos meses en el mundo, que no son pocas ni graves porque, la verdad, yo todavía no entiendo como este planeta no se ha hartado ya de nosotros y nos ha enviado a tomar viento sideral. Lo hará más bien pronto que tarde pero esto es ya otra historia.

Decía que mientras andamos con la cabeza metida en todos estos líos y en todos los pozo-de-kola-rusia.jpgque se encargan de meternos en nuestras cabezas la mayoría de las televisiones con su programación de “atontamiento general” no nos damos cuenta de lo muchísimo que llevamos tragado y de todo lo que estamos perdiendo a manos de un voraz y bien ideado sistema que se nos zampa por los pies para alimentar a los opulentos. No nos damos cuenta de que ya hace tiempo que nos han tirado, con un fuerte patadón en las posaderas, al pozo de la podredumbre social. Un pozo que parece que sea como ese enorme agujero de Rusia, en Kola, que no parece tener final y hasta dicen que se oye al propio Pepe Botero gritar que somos unos ingenuos. O mejor todavía, como el de San Olaf que nos retrató de manera magistral @Fanigrande.

Seguro que nos acordamos de lo que nos reíamos hace unos años de los mileuristas, aquellos que curraban de sol a sol para recibir mil euros raspaditos. Algo por lo que 256px-HAL9000.svg.pngmuchos de nosotros suspiramos hoy en día porque a lo que aspiramos es a poder llenar la despensa de casa con eso a lo que llaman un trabajo, por días o por horas en el que no podemos ni rechistar, no vaya a ser que montemos una huelga y nos vayan a sustituir por HAL 9000, Terminator, una máquina expendedora o algo parecido. Porque no se si sabrán ustedes que la ponencia del TC, en el asunto de Telemadrid, consideró que el esquirolaje tecnológico no vulnera el derecho a la huelga.  Hemos dejado de vivir en un país alegre en el que hacíamos chistes y bromas de todo para pasar a vivir atemorizados no vaya a ser que se te cuele por el Twitter un chiste sobre alguien del régimen anterior (ya muy anterior) y la fiscalía te caiga encima aplicando una ley surrealista en la que casi cualquier cosa puede ser calificada como “enaltecimiento del terrorismo”  mientras por la tele nos cuentan lo malas que son las dictaduras porque no dejan hablar a nadie.

Nos dicen que no podemos ayudar a nuestros semejantes que  mueren todos los días en el mar y nos hacen sentir una culpa que nos desgarra el alma. Mientras, ellos se reparten esos fondos que serian la solución. Nos hablan del muro de Trump pero no del de  Ceuta, Melilla, del Tarajal y de los muertos del Mediterraneo transformado en un gran cementerio donde todos los  días acaba muriendo también un poco de nuestra dignidad como seres humanos.

Nos cuentan que la extrema derecha se nos viene encima, que nos espachurrará como una apisonadora a un tomate y que eso es lo peor que nos puede ocurrir (igual bombillaes verdad) pero se nos ha dado como única opción, como remedio, ni más ni menos que la opción del neoliberalismo extremo que hasta nos sube la luz justo cuando hace frío, permitiendo que nos congelemos por no poder pagar y prometiéndonos un bono social a la llegada del buen tiempo. Nos proponen salvarnos del fuego con un incendio, no está nada mal la oferta, ¿verdad? Pues me parece que hasta nos la hemos creído.

Nos vigilan por todas partes, nos amenazan, desconfían y en nombre de una presunta “seguridad” que no pueden garantizarnos en ningún momento (a no ser que sean ellos mismos la amenaza) nos arrancan nuestros derechos más básicos y la dignidad. Pero nosotros seguimos mirando hacia USA, preocupados por lo que nos puede suceder sin darnos cuenta de lo muchísimo e irrecuperable que ya nos ha ocurrido.

 

PANCARTA MENTIRAS[9]

Al parecer eso de que si mientes te crece la napia no está del todo desencaminado. Según estudios científicos, al decir una mentira se te hincha un pelín el tejido de la nariz, vamos, que como a Pinocho, te crece la nariz.

Eso es un gran problema entre la mayoría de nuestros políticos ya que a este paso, las fotos pinochode las propagandas electorales se van a parecer a aquello de Quevedo dedicado a Góngora, (también era mala leche) de “Erase un hombre a una nariz pegado”. Hemos llegado a unos niveles de mentira que superan la decencia humana, el nivel de la Trola roza el tamaño de la Vía Láctea. Su jeta no tiene límites y claro, sus apéndices nasales se resienten por necesidad, aunque parezca práctico para llevar gafas.

Que un político nos mienta es algo que, por desgracia, tenemos asumido. Pero, cuando llegan a la Moncloa se envalentonan. Está visto que la mentira en esos círculos debe ser como comer pipas, nunca puedes parar y cada vez necesitas más.

Tenemos ejemplos de verdaderos maestros de la trola. El Ministro de Hacienda, Sr Montoro y sus “ajustes fiscales”, el de energía que ahora pretende que paguemos la luz según el precio del KW en cada momento del día, con contadores “listos”, obligándonos a comprar a ciegas, sin garantías. Visto el hambre de las eléctricas y de nuestro gobierno mismo, el sablazo inmisericorde está sembrado.

El que merece mención aparte es Fernández Diaz, el devoto ministro teresiano de Interior, capitán de un batallón de narizotas que intentan esconder la indecencia que supone disparar pelotas a seres humanos, indefensos en el agua, diciendo que nos protegen de un peligro de invasión a lo alien.mars-attacks Visto esto, casi que prefiero que me defiendan de ellos mismos. En este caso la mentira es un hecho intolerable porque ignorándola estaremos siendo cómplices morales de la muerte de otros 15 más (no sabemos cuántos han habido anteriormente y se silenciaron). Si no se exigen responsabilidades incluso penales y nos contentamos con una más que improbable dimisión del director General de la Guardia Civil, D. Arsenio Fernández de Mesa, y del delegado del Gobierno en Ceuta, estaremos consintiendo las mentiras y amenazas de querellas del primero de ellos que exige respeto hacia los “pilotaris”. Ahora que al parecer ha admitido que desconocía la verdad, sería lo propio que nos querellásemos contra él, puede que unos cuantos millones de citaciones le hiciesen bajar su altanería. Aunque si nuestro Estado funcionase correctamente, ya se habrían abierto diligencias para que los responsables fuesen castigados judicialmente en lugar de permitir comentarios como los del presidente de Melilla ayer ‘Si la Guardia Civil no puede actuar, pongamos azafatas en la frontera’.

Eso sí, el general de este ejército de Pinochos continúa oculto tras los plasmas, desaparecido. Sólo sabemos de él cuando usa su dedo mágico para elegir candidatos en Andalucía o para soltarnos cualquier otra trola, como que “estamos en el buen camino” de la recuperación y “si eso, pues tal…”

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