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Yo creo que o soy tonto o me estoy perdiendo algo. El otro día aparece Emilio Botín y nos suelta, tan pancho, que todo el mundo se pega por invertir en España, que el dollardinero llega a nuestro país “desde todas partes” a un ritmo tan frenético que ya han encargado a los chinos tres barcos llenos de maquinitas de esas de contar billetes porque no damos abasto. Vamos que o Botín había bebido más de la cuenta y ese color rojo no era el corporativo del Banco o sabia muy bien lo que decía, está entrando la pasta a raudales, pero a sus bolsillos. Opto por lo segundo, porque tontito no parece.

En todas las esquinas se materializan esperpentos de halloween como Montoro, Guindos o Fainé pregonando que hemos dejado la recesión. Se deleitan diciendo montorocosas como que es gracias a las exportaciones y salarios a niveles del año 1999. Eso lo deberíamos recordar en la cola del paro o cuando paguemos las facturas de la luz, la gasolina, el transporte borreguero o el gas porque esos, mira tú que cosas, no han vuelto a 1999. Tampoco lo han hecho las previsiones de desempleo, ni Cáritas que anda desbordada y calcula en unos doce millones las personas pobres en España. Estos otros datos, más reales creo, dan que pensar. Veamos: Si la economía, en términos generales, va espabilando (de hecho, a nivel mundial, crece) y yo ando cada vez más achacoso ¿Qué está pasando? Algo estaré haciendo mal. Puede que la respuesta esté en que la economía mejora (en serio, lo hace, no me he vuelto loco) pero la sociedad que se está creando es distinta de la que conocemos, los ricos cada vez son menos pero más potentados y la masa de pobres aumenta por momentos. El truco está en un espejismo aritmético. Si el rico cada vez tiene más, aunque yo tenga menos el resultado medio puede ser el ansiado aumento del PIB.

Al final es lo de siempre, unos ganan y otros pierden. Nos han metido en un juego en el que hemos renunciado a todos nuestros derechos a cambio de nada porque el desempleo crece y los sueldos son calamitosos. El Gobierno y la gran empresa abusan de la palabra “productividad” y “crisis” para recetarnos subempleo, recorte salarial, social, sanitario o lo que se tercie y claro, los efectos sobre la clase media son devastadores, nos están aniquilando.

Están destruyendo gratuitamente la civilización que tanto esfuerzo y sangre nos costó. 8 horasLos números ya sustituyen a las personas, el análisis de los datos a la moral. Ya ni defendemos nuestro bienestar porque, aborregados por un sistema educativo amañado, luchamos entre nosotros por nuestra supervivencia así, a secas. El resultado es que las grandes empresas son más lucrativas pero no generan trabajo de calidad y los trabajadores son pienso para los tiburones a quienes sólo les interesa engordar sus arcas.

Ahora lo que está en juego ya no es el Estado del Bienestar. El nivel de la partida ha subido, la lucha ya es por nuestra dignidad, por no ser tratados como robots o siervos que trabajan a cambio de nada. Esto ya recuerda a la Francia de Les Miserables y todo tiene un límite. ¿Deberíamos seguir con la farsa o decir basta y recuperar nuestra dignidad?

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Han pasado las fiestas, las comilonas y los polvorones así es que, a no ser que seamos potentados, nos hemos propuesto firmemente dejar de comer como diputados y volver al régimen del caldo de Pollo de sobre con ensalada, a la vida austera y monacal Benedictino Style que nos están brindando.

Este año lo de las Rebajas va a estar chungo, a no ser que las tiendas cuelguen un cartel de “DONACIONES!”. Las Rebajas hace tiempo que las llevamos incrustadas en el hipotálamo a golpe de martillo ¡ Pum, Pum, Pum! en todo nuestro cabezón. Interiorizadas a base de hacer malabarismos y equilibrios equiparables al Cirque du Soleil para conseguir amasar como Golum y gastar la miseria conseguida en cualquier idiotez que nos venden como imprescindible para poder ser algo en esta vida. Estoy pensando en los que tienen un flamante Iphone5 pero van mendigando Wi-Fi por todo el universo mundo o los que tienen un pedazo de coche que no usan por falta de gasolina y/o seguro. Que de haberlos hay los, como las Meigas.

Esta vez no abundarán aquellas pilas de objetos, anónimos en otras épocas del año y codiciadas como el oro estos días. Aquellas carreras, tumultos de gente amontonada mordiéndose una oreja para conseguir el suéter que está debajo del montón. Todo un amasijo de cuerpos, piernas y brazos luchando desaforadamente por alcanzar la montaña de artículos supervivientes a la campaña navideña. Eso era antes porque ahora, como no nos paguen por llevarnos las cosas no tengo muy claro ni cómo acarrearemos con el escuálido botín ya que viendo el precio que se ha puesto la gasolina creo que voy a acabar vendiendo un riñón, de rebajas eso sí, para desplazarme al trabajo a diario. Y a cuento de esto digo que el coche eléctrico no sé si es solución visto el precio de la electricidad, el transporte público cuesta un Potosí y trasladarme en bici los más de 40 Km (os juro que me lo he planteado) que me separan de mi trabajo es garantía, antes que nada, de atropello visto cómo se las gastan por esas carreteras de Dios, casi que me renta quedarme en casa. Hala ya me he desahogado. Sigamos.

¿Os acordais de la temida “ Cuesta de Enero?” Eso era antes porque ahora nos parece un chiste comparado con la ascensión al Monte Everest, descalcitos y en ropita interior que recorremos cargados con losas de plomo y en silencio. Subsistimos tristemente acostumbrados al “Pan y Agua” de la cárceles de los dibujos animados no a las palaciegas dónde “ veranean” o debieran pasar el Rato políticos y financieros que han pasado de estrellas a estrellados y aguardan su inminente salida, eso si llegan a entrar.

¿De verdad podemos seguir así? ¿ No debieramos abrir ventanas para que entre la luz y corra el aire? Si no lo hacemos nos vamos a aflixiar! En serio, sumidos en la oscuridad en la que estamos no vamos bien.

Podemos dejar atrás esta época siniestra mirando hacia otro lado, no por este camino sin retorno en el que nos llevan encajonados como reses en las películas del Oeste ya que si siempre seguimos el mismo trayecto siempre iremos al mismo lugar. Igual la solución está en un escenario en el que no estén los que se lucran con nuestro sufrimiento. No propongo la Tierra de Jauja, necesitamos evitar retroalimentar esta estafa a la que llamamos crisis. Volver a las cosas sencillas, una buena charla con la familia, unas risas con los amiguetes, un atardecer en calma, valores que no cotizan en bolsa pero que al final nos hacen más felices y más ricos. Al fin y a la postre, no será la primera vez, cuando se abandonó “el Patrón Oro” también parecía cosa de locos.

Sólo sugiero la vuelta a unos valores más humanos aunque dentro de un rato nos encontraremos en la pila de trapitos en rebajas del Zara y nos desollaremos vivos para conseguir unos pantalones. Porque glorificar a Amancio es la esencia humana, parece que estamos creados para ello. Somos incorregibles… o igual no tanto!

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