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Bueno, un año más, lo de siempre. El debate se reduce a un mero cacareo de corral. Nos aparece el presidente cantando sus bondades esta vez sin plasma interpuesto (eso sí es noticia), el líder de turno de garzónla oposición gritando lo mal de la gestión y después, a lo lejos, los partidos con menor representación parlamentaria a los que a pesar que en algunos casos intentan construir un debate más edificante no se les escucha porque el Reglamento del Congreso ni les concede un tiempo razonable (comparado con el que tienen los de siempre) ni se les escucha porque los parlamentarios esos tan respetuosos con sus funciones y tan diligentes y educados, prefieren largarse al bar como cualquier tabernario que se precie.

Al final ya te dan ganas de cambar de canal. No os ha dado la sensación allá por la mitad de la tarde, de estar viviendo un “déjà vu”? A mí me ha pasado, me ha dado una sensación de “esto ya lo he rajoy sanchezvivido yo “. Han vuelto a transformar el Debate Sobre el Estado de la Nación en un discurso estéril y sin contenido, en un día de la marmota como el de Bill Murray en «Atrapado en el tiempo” en el que el debate se reduce a un mero “tirarse los trapos sucios a la cara” sin ningún tipo de conclusión positiva eso sí, con un lenguaje cada vez más decadente en el que ya se llama directamente “mentiroso” al adversario sin pararse a pensar si el orador nos dice toda la verdad.

El uno, el Sr. Rajoy, parece que vive en las nubes e intenta colarnos las mentiras de siempre y no sabe que sus palabras ya no cuelan, el otro , se limita a afear la conducta sin pensar en que él también debería andar con una bolsa de papel en la cabeza para que no se le viese la cara y los terceros allá a la lejanía intentando que se les oiga un poquitín y sacar una esquina en el periódico.

El caso es que si queremos una pelea de patio de colegio, vamos por buen camino pero si lo que necesitamos es que este debate sea útil igual deberían dejar de jugar con estadísticas falsas como un duro desiertode cartón y manejadas al antojo de cada uno de los “oradores” y empezar con un diálogo constructivo. Si sabe que algo se hace mal pero no se aporta nada para solucionarlo, si se limita uno a sacar el ojo al vecino sin decir cómo lo harías mejor. Me parece que sólo me queda pensar dos caminos, o importamos un pimiento a los que salimos perjudicados de esto (los de siempre) o en realidad no son más que palabras vacías porque también andan más perdidos que un esquimal en el desierto de Gobi.

Resumidas cuentas, lo de siempre, siento decirlo así pero hemos malgastado un debate más, supongo que el último para Rajoy (mantengo mi idea de que si pierde las elecciones este año, probable, su partido lo sedepptire por la misma ventana que disfrutaba Bárcenas). Lo hemos malgastado porque, como siempre nos han ofrecido un espectáculo de circo pero no lo que necesitamos. Nos hace falta un diálogo para conseguir salir de este barrizal en el que nos hemos metido. Necesitamos que esto no sea una serie de monólogos encadenados al estilo “El club de la comedia” en el que cada monologuista intente meter el dedo en el ojo al contrincante y que sirva para algo constructivo y conseguir salir un poco del estado bonsai en el que nos hemos quedado. Para poner en marcha ideas que es lo que necesitamos, para limar asperezas y conseguir sacar algo en limpio de todo esto. Para que la política se ponga a servicio de la sociedad para hacer algo decente (para variar). Pero bueno, de ilusión también se vive. Veremos si al año que viene, con la llegada de caras nuevas, conseguimos que esto vuelva a tener un interés más allá del de espectáculo circense. ¿Quién ha ganado el debate? Ni idea, unos dirán que Sánchez y otros Rajoy, lo que parece claro es que hemos perdido nosotros.

      Si la vida te da limones… ¡Haz limonada!

     Suena el despertador, uno de los inventos más sádicos de la humanidad, son horas indecentes, todavía está oscuro, me quedo pensando si vale la pena levantarse y enfrentarse a un día más de esos de espanto cotidiano en el que nos tienen instalados, como Bill Murray en “El día de la Marmota” pero en chungo. Me levanto ya con los ánimos afectados. Hace tiempodespertador que no soy el mismo, me tiro ropa por encima, me arrastro por el pasillo y desayuno en el ascensor. Después de un trayecto insípido, en el que sólo hay caras largas como cirios y silencio tenso, casi pre bélico, mientras nos laceran con malas noticias por la radio. Llegaré a un trabajo que hace tiempo se ha vuelto gris, vacío y sin sentido, conviviré todo el día con la mala sombra que ha acampado entre los compañeros, los visitantes y en mí mismo, no vayas a pensar que soy precisamente la alegría de la huerta!

      Esta historia la sufrimos casi todos a diario, así o en la versión, puede que más angustiosa y cada vez más frecuente, del que no tiene trabajo. Nos han hecho creer que la vida gris e intrascendente es “normal” recortandonos esa la alegría que nos hacía especiales, estamos atrapados en una especie de monasterio, sin risas, al estilo del hermano Jorge, de “El nombre de la Rosa”.

    Los humanos somos animales de costumbres, nos espantan los cambios. Aunque lo neguemos, nos aferramos a lo que ahora les ha dado por llamar “zona de confort”, donde nos sentimos relativamente seguros, nuestra rutina diaria, vamos lo que llamamos “lodesiempre”. No nos gusta salir de lo previsible, en eso parecemos Hobbits, y nos sentimos enormemente desgraciados si nos cambian el escenario y hemos de tomar decisiones, emprendecasa hobbitr retos o transformar nuestra vida, algo habitual en el panorama social y laboral en el que nos han metido entre unos y otros. De esa desgracia se valen los de siempre para que no seamos capaces de reaccionar, en el fondo es la táctica del foco y el gato, nos ciegan con un fogonazo para paralizarnos y dejarnos indefensos, pero ese es otro tema.

     La “Zona de confort” no ha de ser necesariamente agradable, sólo implica sentirse cómodos en ella y hay quien se siente cómodo remando en una galera o esclavizado por el jefe. La capacidad de adaptación humana es increíble, aprenderíamos africa germania lusitaniaa disfrutar arrastrando piedras para construir pirámides. Nos solemos autoconvencer para permanecer en esta zona, sin ser conscientes de ello y aguantamos lo que sea, únicamente por rutina. Es el cotidiano “no estoy tan mal, podría ser peor” o “con la que está cayendo casi que cierro el pico”, aunque cada vez se nos apriete más y más o el gobierno y CEOE anden desaforados en amargarnos la existencia.

     Lo que está claro es que para poder cambiar nuestra desdicha es necesario atreverse a hacer algo diferente porque, como decía Einstein, “ si quieres obtener resultados diferentes no hagas siempre lo mismo”. Será necesario salir de la “zona de confort” y vencer el pánico que nos supone saltar el muro mental ese que nos han construido para entrar en la “zona de aprendizaje” en la que aseguran los modernos gurús del coaching que descubriremos recursos y habilidades que creíamos que no teníamos y que nos aportará desarrollo personal, tendremos que creerlo. Al final todo se reduce a una simple decisión personal a la que hay que echarle valor y decidir si atreverse a intentarlo, luchar por lo que realmente se quiere, enfrentándose a creencias y miedos. O quedarte como estás, sin cambiar nada, sin aventurarse a un futuro distinto pero renunciando a la posibilidad de realizar los sueños.

    La pregunta es: ¿Esta es la vida que quieres vivir? ¿Qué cosas cambiarías de tu día a día?

Tira tu vaquita y librate. Del Blog de Concha Hidalgo

Qué es la zona de confort?

Salir de la Zona de Confort y alcanzar la Zona de Aprendizaje y la zona Mágica