«Esgrimamos la palabra contra los desahucios de la razón», Caballero Bonald, premio Cervantes
Ayer fue el día del libro (si, esas cosas compuestas de varias hojas de papel engorrinado con letras unidas entre si). Visto el profundo nivel intelectual que campa por ahí, no es de extrañar que necesitemos dedicar un día en nuestro calendario para recordar que es eso de la lectura.
Nos sorprenderíamos de la gente que no ha leído o incluso visto un libro en toda su vida. Incluyo también en la lista a los que compran libros “bonitos”, así, por metros lineales porque quedan decorativos y muy “Chic”. Os aseguro que alguna vez ha entrado algún “inteletual” a la librería de mi amiguete pidiendo seis o siete de esos libros verdes con filigranas doradas para llenar un hueco. Personalmente he visto estanterías con libros puestos del revés, estilo Felipe V en Xàtiva, o forrados con film transparente tipo bocadillo, “para que no cojan polvo” me dijo el andoba, muy aseado. Alucinante pero real!
No es que en este país hayamos sido nunca muy proclives a la lectura, como mucho y con un poco de suerte un tebeo – y oiga, que los cómics son muy loables y más en este país dónde hay y han habido enormes dibujantes-. La lectura, en el formato que sea, nos saca de la ignorancia y posibilita conocer de forma sosegada, mucho más que el “Sálvame”, todo un universo de curiosidades, vivencias y sapiencia que nos abre las puertas a un ejercicio que deberíamos cultivar, igual o más que el músculo en el gimnasio de la esquina o que el “levantamiento de vidrios” en la tasca de Manolo, para así poder quitar un poco las telarañas cerebrales y hacer algo que deberíamos practicar más, eso de pensar. Ejercicio que al final va a tener que ser catalogado como disciplina olímpica o declarado en peligro de extinción, visto el nivel de raciocinio que vemos por ahí.
Siempre he pensado que un buen libro es algo que nos enseña otros lugares, otros mundos y sobre todo otras culturas, nos abre nuestro horizonte mental y nos facilita poder entender un poco mejor la realidad con una óptica que nos resultará mucho más gratificante que la que nos dictan los informativos porque será la NUESTRA, personal e intransferible, eso es lo que hace de la lectura una poderosa arma de destrucción contra el aborregamiento en el que andamos metidos. No es de extrañar pues que no se fomente la lectura, excepto las lecturas del sistema educativo que no suelen ir más allá de lecturas obligatorias de clásicos nada frescos y motivadores que ocasionan efectos devastadores ya que si esta especie se caracteriza por algo es por odiar aquello que nos han exhortado a hacer. Por tanto, señor Wert, me parece que están indirectamente fomentando la aversión a la lectura y evitando, de raíz, la peligrosa actividad de pensar en los adolescentes.
El viernes fui una fiesta del libro muy especial, en la tierra de una buena amiga, San Olaf. En ella convenimos que debíamos hacer un intenso escrache literario para fomentar la lectura, algo muy necesario, deberíamos hacerlo todos, salir a la calle pertrechados de libros, pero eso si, a efectos de seguridad como decía @fanigrande , limitando a “un máximo de 300 páginas para no intimidar con el peso de los volúmenes” y perseguir con ellos a los energúmenos, políticos y ministros incluidos, que nos encontremos por la calle a ver si conseguimos recuperar alguno para la causa de la cultura y el bien de la humanidad, una cosa, os adelanto que con nuestro ministro de educación muy poco podemos hacer…
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Caballero Bonald defiende “esgrimir la palabra contra los desahucios de la razón»