Estos días he estado dándole vueltas a algo que me comentó Paco, ya sabéis, el conspiranóico. Anda convencido de que nos están ocultando algo a base de entretenernos con
carnaza. Que si sacando jugo de las piedras con la cosa de Catalunya, que si escándalos por todas partes en los que se han llegado a llevar hasta a Villar, el dueño y señor del único dios al que parece respetar esta sociedad, el «furgol», o incluso regalándonos los oídos con una reforma fiscal en la que se nos dice que la mayoría de los currantes ahorrará en impuestos cuando es mentira, seguiremos pagando impuestos indirectos salvajes hasta por respirar y además de aquello de redistribuir la riqueza nada de nada, no vayáis a pensar. No es casualidad eso de que los ricos cada vez lo sean más mientras la miseria crece y crece.
Bueno, a lo que íbamos, Paco decía que nos han tomado el pelo y nos han convertido
en “esclavos curris” ¿Os acordáis cuando nos dijeron que “era necesario apretarse el cinturón” allá por el 2008? Pues bueno, sólo a nosotros se nos cortó la respiración, porque a los de siempre… Ahora el cuento continúa con la excusa tecnológica, que si Uber, que si la robotización… El caso es que eso de hacernos trabajar como si nuestro esfuerzo no valiese un duro se ha consolidado. Y nosotros contentos.
Ya no sirve de nada que en el FMI digan que debemos empezar a cobrar más o
moriremos de hambre o que se esté discutiendo la posibilidad de aumentar los salarios un 1,5 o un 2 por ciento cuando los precios lo han hecho más. De nada vale que los beneficios de los grandes hayan aumentado y se hayan quedado con ellos. El problema es otro, se han cargado la relación del empleador y el empleado, antes era una relación seria y simple, nos gustase o no. Uno daba empleo y el otro trabajaba, ese compromiso era sólido porque ambos se necesitaban mutuamente. Ahora todo ha cambiado, la relación se ha roto, se ha transformado en
contratos de “cero horas” en los que se trabaja de sol a sol, muriendo en el asfaltado de carreteras en plena alerta por calor. Consentimos relaciones “2.0” tipo Uber porque como “más cornadas da el hambre”, el trabajador ha perdido el respeto por sí mismo y acepta como algo normal el que aquí no se sale de la pobreza trabajando. Estamos dispuestos a trabajar por miserias “porque menos es nada”. Nos han inculcado la “mendicidad laboral”. Han transformado el trabajo en una guerra en la que no hay compañeros. Lo que antes era el “compi de mesa” ahora es el enemigo a batir por no ser el próximo en caer al mar o simplemente por raspar unas migajas. Eso nos afecta en nuestras relaciones sociales, nadie confía en nadie, vivimos como robots y nuestra vida se transforma en un infierno. Somos parias que trabajan batiéndose entre ellos hasta la muerte por nada, porque nada merecen (eso nos dicen) y lo que es peor, llegamos a creérnoslo y caemos en un estado en el que la autoestima y el aprecio por lo que hacemos es puro espejismo. Así nos luce el pelo.
Hemos llegado a lo que se suponía sería la recuperación. Pensábamos que la precariedad finalizaría, que los esfuerzos se verían recompensados. Pero de eso nada, resulta que el
70% de las familias no han notado nada y lo que es peor, se han resignado a que no les va a llegar. La precariedad se ha instalado, han logrado hacer que normalicemos el atropello, lo han institucionalizado legal y socialmente. ¿No deberíamos darnos cuenta de lo que nos han hecho?¿No deberíamos gritar basta e intentar recuperar un poco de la dignidad que nos han usurpado?¿De verdad no deberíamos hacer caso al eslogan de “El Corte Inglés” y aplicar aquello del “quiéreteme” ese tan raro? Igual en ello nos va la vida. Pensémoslo.








nmoral que no se podía aceptar pero está visto que lo de la moralidad no se lleva demasiado entre los neoliberales que se llevan hoy en día. Soy de los que cree que el que dobla el espinazo ha de recibir un salario justo y digno que le permita subsistir de una manera decente por aquello que antes se llamaba dignidad, respeto y orgullo. Esas palabras que hoy en día suenan como a chino arcaico y que la RAE acabará a este paso desterrando del diccionario. Vivimos en los tiempos de los listillos que se aprovechan para conseguir sus esclavos de que un puesto de trabajo va cotizado como una mina de Oro. Hemos subido a la máquina del tiempo y estamos casi en los tiempos de la industrialización en los que el patrón se valía de la miseria del “currante” para someterlo sin pagarle más que una limosna, a veces (¿exagerado? No creo). Se ha perdido el respeto en las relaciones laborales
porque «la cosa esta mú mal». Trabajos por un sueldo más que insultante y sin ningún tipo de estabilidad que no se atreverían ni a proponer a nuestros abuelos por si se liaban a collejas con el explotador.
los suyos aunque sea subiendo la luz y permitiendo que nos congelemos en mitad del temporal. Las empresas han cerrado, los trabajadores han sido despedidos pero los impuestos han seguido creciendo sin miramientos. Nos amenazan con recortar, de nuevo, las medicinas de nuestros mayores, nos hacen trabajar habiendo perdido hasta la esperanza de una jubilación digna mientras vemos como se lo han gastado todo en Gürteles, Génovas y chanchullos varios. A pesar de eso continuamos permitiendo el gobierno de esta gente. Por lo visto aquí nos gusta opositar a santos mártires, otra explicación no se me ocurre.



