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Este puente he conseguido, sin querer, hacerme a la idea de lo que padecen cada invierno 1,5 millones de hogares en España. El frío, la oscuridad de las noches, la pobreza energética es lo que sufren millones de personas aquí, en la esquina de casa, podría ser tu
IMG_20171212_111210.jpgvecino y tu sin enterarte. En mi caso la cosa se redujo a un par de días de estancia en una casa en la que no se había previsto el que alguien llegase con tropecientas estufas, entonces claro, saltan los plomos y te quedas a oscuras, nada más que resaltar. El verdadero problema llega cuando no es cosa de los plomos, es más bien cosa del frío pelón que puede llegar a hacer en invierno y tu no puedes hacer nada para evitar que se instale en tu propia casa. La sensación es terrible, os lo puedo asegurar, desde el otro día no se me olvidará en la vida esa sensación de no saber si entras en un baño o en una cámara frigorífica.


No voy a salir ahora con el topicazo navideño de la solidaridad transitoria y todo eso, aunque si con ello se solucionase algo, bienvenido sea. Sólo me refiero a que hace frío,
IMG_20171212_111235.jpgmucho, y el “frío pobre” es algo terrorífico. Se mete por las rendijas de la puerta, en los huesos, en la mente y en la dignidad del que lo padece. Debe ser duro ver como se tirita en casa, sepultados bajo varias mantas, mientras sientes la ignorancia del mundo que te rodea. Es el frío de una sociedad que no entiende lo que puede ser la pobreza energética simplemente porque no se ve por la calle y nos suena a un problema logístico, cuestión de recibos de los necesitados con los que ya lidiarán las ONG y que se arreglará con la instauración de unas políticas gubernamentales, es decir, que pasaremos frío por los siglos de los siglos si pensamos que los que están calentitos en sus despachos van a hacer algo por remediar lo que ni siquiera conocen y que no parece importarles demasiado porque están muy ocupados en agenciarse un sillón mullido y calentito en las energéticas, para cuando tengan que levantarse del suyo.


Resulta curioso que en el país europeo donde más sol tenemos seamos de los que menos IMG_20171212_110240.jpgaprovechamiento energético le saquemos. Resulta imperdonable ver que estamos pagando la electricidad a precio de oro (de las más caras de Europa) gracias a verdaderos cambalaches de las eléctricas con puertas giratorias. Y lo peor de todo es que seamos capaces de permitir el enriquecimiento desmesurado de las empresas mientras exista una sola casa helada como un iglú, en la que habita gente hipotérmica porque no tiene la fortuna de poder hacer frente a facturas hiperinfladas.


Este año, también en Navidad, van a existir casas donde los cubiertos estarán fríos, donde no habrá el grifo ese que lo tocas y quema, donde la ducha será un suplicio y el calor del IMG_20171212_110836.jpghogar quedará en una frase hecha. Lo habrá porque no somos capaces de entender la magnitud de la tragedia que padecen aquellos que no tienen con que calentar o iluminar sus casas, los que no van a ver a Ramonchu en las campanadas, ni el discurso del Rey porque la tele (si es que la hay) dejó de funcionar cuando pasó el señor de las tenazas.
Deberíamos hacer todos un día un experimento, a modo terapéutico, desconectar la luz de casa y hacernos una pequeña idea de lo que es vivir en pleno SXXI como en el XVIII. Yo lo he hecho estos días por puro accidente pero os aseguro que la experiencia ha sido de las que dejan huella. Hasta que no lo vives no sabes de qué habla toda esa gente que dice que tiene FRÍO (en mayúsculas) en un país que se supone moderno y civilizado.


Puede que el remedio pase por dejar que se enfríen los despachos de Moncloa, que se estropee la calefacción del Congreso o que hiele en Zarzuela. Os aseguro que al tercer día ya habría una solución al suplicio de millones de personas que pasan por la calle invisibles, heladas, con los dedos azules, sin que nuestros gobiernos hagan nada por impedirlo y sin que nosotros nos demos cuenta de que existen.

Parece que tenemos asumido eso de vivir una existencia Fast Food. Vamos como autómatas por la calle. Engullimos pseudoalimentos que parece ser que nos enferman pero nos mantienen vivos (o algo parecido). Todo para ganar un tiempo que empleamos en “hacer nada”. Nos cruzamos con amigos de Observa-cada-cosa-como-si-ocurriese-por-primera-vezcarne y hueso a los que hacemos menos caso que a los del Facebook y, como mucho, nos limitamos a levantar la cara, así al estilo morlaco. Estamos acostumbrados a encerrarnos en nosotros mismos (o nos han acostumbrado, que no es lo mismo) y sólo dar señales de vida mediante hastags o instagram. Se han perdido las formas y sobre todo las ganas de compartir un minuto con quien sea, no vaya a ser que se acabe el mundo, nos hemos instalado en un perpetuo “Take Away” en el que somos unos zombis y eso puede resultar muy práctico según para quién. ¿Sabes que es el Mindfullness? Pues bueno, nosotros hacemos todo lo contrario.

Nos hemos disgregado, transformado en ermitaños huraños que han olvidado que somos seres sociales, gregarios incluso que necesitan a la tribu. Si no fuese así no hubiésemos pasado de la épocadiego en la que corríamos delante del tigre de dientes de sable (que tiempos aquellos), ahora seguro que el bicho se nos zampaba para merendar, con dos rebanaditas de pan con tomate sin que pasase nada.

¿Crees que las prisas que tenemos son algo normal? Yo, que vengo del mundillo de la bici, siempre digo que un ritmo es cuestión de tiempo, seguramente puedes correr un ratito persiguiendo a Fabio Aru pero lo pagarás caro porque has “estirado más el brazo que la manga”. Igual por eso estamos tan espachurrados. Está visto que esta velocidad sin sentido que nos han inducido afecta a nuestra cabeza y a la forma de ver lo que nos rodea. Mal asunto. Tampoco es cuestión de encerrarse en un monasterio Zen aunque sí estaría bien dar un vistazo, sólo un ratito, a eso de la meditación porque si seguimos por este camino además de no llegar a viejos, nos deshumanizamos y nos transformamos en borregos (igual a alguien le ha parecido genial la idea).

Nos hemos metido en aquello de consumir y olvidar, a digerir noticias al estilo “McAuto”. Estamos acostumbrados al zarpazo informativo demoledor en el que algo es “tremending topic” a las doce y a los cinco minutos, ni se menciona. Encendemos la tele, nos horrorizamos, se nos pasa, y después nos horrorizamos de nuevo con otra cosa y vuelta a empezar como en un ciclo del espanto ¿me equivoco?

Parece que nos han esculpido en el cerebro así “cloc, cloc cloc” aquello de “usar y tirar”. Me explico, ¿Quién paterasse acuerda de los subsaharianos que mueren al intentar entrar en España?¿Y de las concertinas esas que esta noche seguirán cortando la carne y los sueños de los que intentan saltar la valla? ¿Que ha sido de los “héroes” de la primavera árabe, alguno de los cuales andará ahora cortando cabezas por ahí como Robespierre? (De repente, García Margallo nos dice que es el momento de hablar con Al Àssad, el que decíamos hace unos meses que era un criminal porque exterminaba a su pueblo) Eso me hace pensar, y mucho, sobre la foto del niño sirio. Nos conmovió a todos, me arrancó el alma, puede que incluso un poco más porque mi “genio” tiene su misma edad. Pero ¿Por cuanto tiempo permanecerá en nuestra retinas? Espero que esta vez no olvidemos, que hayamos aprendido algo de una lección durísima.7482444c-8dc1-49e0-83c4-9f3cf4a13af5_800 Espero que el asunto de los refugiados no acabe como un “Welcome mientras salgáis por la tele” y que de verdad hayamos evolucionado a ser capaces de empatizar con ellos. Puede que ahí esté la verdadera evolución y la supervivencia. Hay veces que envidio a los Suricata de Bioparc cuando veo que mientras uno vigila otros comen. Justo al revés que aquí, para que uno se cebe los otros pasamos hambre y miramos (bueno eso es otra historia).

Espero que esto no acabe cuando la rutina sustituya a la noticia y “si te he visto no me acuerdo”. Deseo que no nos anestesien el sentimiento de vergüenza y responsabilidad de estos días con otras distracciones que nos hagan olvidar de nuestra mente el que miles de personas huyen y juegan en pleno siglo XXI una partida de cartas con la muerte en la que, muchas veces, las cartas están marcadas por La Parca.

Corría el año 1945, Europa estaba hecha unos zorros, acababa de sufrir la que puede sea la guerra más wpid-img_20150831_142006.jpgdevastadora que haya conocido la humanidad. Hambre, desolación y sobre todo un sentimiento de desesperanza se había instalado en todas partes. La destrucción era tan grande que el orgullo ese del vencedor de una guerra se desvaneció al ver que daba igual haber ganado o perdido la guerra, mejor dicho, todos habían perdido y estaban unidos en la miseria. Mal caldo de cultivo para pensar que no volveríamos a matarnos de nuevo. Fue entonces cuando unos pocos soñaron con una Europa de prosperidad, solidaria en la que se pudiese vivir en paz. Empezaron con poco, un tratado sobre carbón y acero (CECA)… poco a poco y con una larga historia de trabajo llegamos a la CEE que fue cuando entramos nosotros. Después todo cambió…

Os contaré un secreto, imaginad hará un porrón de años un estudiante en clase de Derecho Comunitario wpid-img_20150831_135003.jpgsentado en un pupitre junto con Miquel, un gran amigo de esos a los que se aprecia  casi como a un hermano (aunque puede que los avatares del destino nos hayan distanciado últimamente, algo que hemos de remediar sin falta). En esas clases con bolsitas de Ketchup (nada, cosas mías) creí en el sueño de Europa, esa vieja Europa que se repuso de la desolación y me deslumbraba. Pensé que el recuerdo de lo que sufrimos, el espíritu de los fundadores, Monet, Schumann… estaban en la esencia de todo. Fui un europeista convencido. Me equivoqué.

Me equivoqué a ver que con la UE caíamos en manos de los sátrapas que transformaron el sueño en un monstruo ávido de dineros al que se le había extirpado el espíritu social, como al que padece apendicitis. Mal asunto, cuando se abandona la esencia de algo, generalmente, estás perdido.

Pensé que nada peor podía pasar. Me equivoqué nuevamente al ver la respuesta que estamos dando a los wpid-img_20150831_125318.jpgdesvalidos. Para nuestra UE el problema de miles de personas no es más que un problema de cuotas que es objeto de una “reunión urgente”.. ¡para dentro de 15 dias!. Mientras se abandona a su suerte a millares de seres humanos que llaman a nuestras puertas desesperados, como nosotros lo estuvimos, huyendo de una muerte segura a manos de aquellos que puede que alentásemos cuando eran la “primavera árabe” pero se nos han vuelto ranas. Entonces eran héroes, ahora asesinos, ya no se si pensar que aplicamos aquello de “La paz es barata, la guerra cara. Hagamos la guerra y enriquezcámonos” wpid-img_20150831_152050.jpg(perdonad, pero no consigo recordar de quien era la frase). Me indigna como europeo ver que la respuesta de nuestras instituciones es regatear en el número de personas a las que acoger (como si hablásemos de cabezas de ganado), levantar empalizadas de nuevo en el corazón de Europa o lanzar botes de humo a los que sufren la explotación de las mafias y el desconcierto del abandono. Me desespera ver como aquella flamante Declaración Universal de Derechos Humanos que costó tanta sangre ha quedado en un panfleto con la misma validez que un Kleanex de segunda mano y que aquí no digamos nada.

Hemos olvidado que no hace tanto eran nuestros padres y abuelos o incluso ahora nosotros mismos, huyendo del paro, los que salíamos con la desesperación y un hatillo de sueños rotos como único equipaje para intentar sobrevivir a la que nos cae.

Piénsalo fríamente, ponte en la piel del que está en este preciso momento en un barco desvencijado en mitad del wpid-img_20150831_133527.jpgmar, en la frontera de Grecia, a las puertas de Hungría bajo los botes de humo o asflixiándose en un camión en mitad de Austria. A mi no me parece que den el perfil de “una invasión” como he oído por ahí que algunos califican el problema. No hace tantísimos años eramos nosotros los que salíamos andando sin zapatos por el paso de La Junquera y no queríamos invadir a nadie precisamente.

Puede que sea simplista pero seguramente la solución pasa por abandonar el espíritu de “nuevo rico” que se ha wpid-img_20150831_124347.jpginstalado en Bruselas y recordar a NUESTROS mega-funcionarios que queremos cumplir con la esencia, con las primeras raíces, cuando se creó este tinglado como una balsa salvavidas en la que se debía trabajar mucho, muchísimo para intentar amparar a los que llegan y sobre todo, conseguir que estas personas no tengan la necesidad de dejar atrás sus vidas. Se les ha olvidado, una lástima.

Pero estoy seguro de que puedo volver a creer en Europa. Somos un gran pueblo, un gran proyecto, capaces de hacer frente a todo. Sólo tenemos unos malos gobiernos. Podemos solucionarlo con algo de ganas y mucha solidaridad. Podemos volver a ser una luz en mitad de la tormenta, si es que alguna vez lo fuimos de verdad.

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