Cuenta la leyenda japonesa que un señor feudal, que al parecer estaba un poco hasta las narices de pagar diezmos, convenció a una hermosa mujer llamada Tamamo-no-mae para que asesinase al emperador Konoe. El complot se descubrió y la bella dama acabó transformada en piedra. Pero resulta que la mujer no era tal sino la encarnación de un ser maligno, el Zorro de las Nueve Colas, un demonio capaz de sembrar la desgracia allá por donde pasase. El malvado zorro se fue debilitando por la persecución a la que fue sometido por el emperador y acabó encerrado dentro de la piedra, que contenía una maldición, aquel que la tocase sería asesinado irremediablemente. Tarde o temprano, el que tocaba la piedra firmaba su destino. La piedra fue atada con una cuerda mágica que protegía a los curiosos de la tentación de tocar lo que no debía y de paso mantenía atado al demonio porque si recuperaba la fuerza y salía de la roca desataría la desgracia en todo el mundo. Estaría furioso y se tomaría venganza por el encierro. Ahí acabaría la leyenda de no ser porque hace unos días, justo ahora que andamos todos caminando por un alambre que alguien agita, los habitantes de la prefectura de Tochigi descubrieron horrorizados que la piedra estaba partida y la cuerda había desaparecido.
Por supuesto que la rotura de la piedra volcánica se podría explicar por la erosión pero ¿Y si no? ¿Y si resulta que el zorro anda trasteando por el Este de Europa? ¿Y si no estamos ante una más de las desgracias que llevamos viviendo estos años? Porque, oye, al final uno ya no sabe ni que pensar. Pandemias, volcanes, tormentas, meteoritos y ese afán raro que tiene esta especie por autoexterminarse como sea. Ahora en una guerra con un planteamiento un tanto medieval que en pleno SXXI no es que se le vea mucho sentido. Porque parecía que habíamos dejado atrás eso de enviar gente inocente a matarse, a tomar ciudades, conquistar territorios y cometer atrocidades sin nombre. Puede que en la Edad Media tuviese su “aquel” pero hoy en día, en un tiempo en el que la tecnología ha tomado todo y se puede gobernar el mundo desde la pantalla del ordenador, parece como desfasado y propio de una pesadilla. Yo que sé igual van a tener razón, el Zorro ha salido y como lleva tanto tiempo encerrado no se ha enterado que los tiempos de la masacre debieran haber quedado atrás.
Pero somos así. Somos una especie curiosa, capaces de lo mejor pero emperrados en lo peor. Parece que nos seguimos empeñando en hacernos daño los unos a los otros de la forma más cruel y bestia que se nos pasa por la cabeza. No hay mayor depredador para nosotros que nosotros mismos. Sádicos, despiadados. Hasta las alimañas matan de la forma más rápida posible para después devorar a sus presas pero ¿y nosotros?
El otro día me decían que lo único que falta es que vengan las naves alienígenas a conquistarnos -ya no descarto nada-. La verdad, creo que muchos saldríamos a la calle, reloj en mano, recriminando a los marcianos que hubiesen tardado tanto pero no creo que vengan nunca a visitarnos. No se que interés pueden tener por un planeta donde nos corremos a porrazos los unos a los otros, donde no escarmentamos a pesar de que pasen los siglos. Seguro que nos están viendo y dicen “Bah, ahí no hay vida inteligente”.
Efectivamente, aquí no hay vida inteligente…
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