Allá por el 16 de julio de 1945 se provocó la primera explosión nuclear de la historia, experimento Trinity le llamaron a la salvajada. A partir de entonces en el Nevada Test Site, (en las llanuras de Yucca, Desierto de Nuevo México) se realizaron la mayoría de los ensayos nucleares de Estados Unidos que acabaron en la enorme barbaridad llamada Hiroshima y Nagasaki. Aquello debió de ser bastante pintoresco porque como no se conocían demasiado los efectos de la radiación sobre las personas se tomaban muy pocas precauciones, más bien aquello era considerado un espectáculo. Un poco de crema solar, una cesta con sándwiches para el picnic y unas gafas de sol por lo de la luz cegadora y hala, a tomar unos cuantos Grays de radiactividad. Por entonces era normal que en esas pruebas los soldados se pasearan cantando bajo el hongo nuclear para “ver qué pasaba” mientras el público asistente comentaba el hongo nuclear igual que nosotros hacemos con las palmeras de los fuegos artificiales. Y así fueron las cosas que hasta le llegaron a costar la vida al mismísimo John Wayne, el pobre se encontraba rodando “El conquistador de Mongolia” en un desierto cercano. NO se si será por eso o no pero el caso es que nueve personas de ese rodaje, incluido el durísimo vaquero, enfermaron de cáncer y fallecieron.
¿Escarmentaron entonces? Pues no creas, te cuento; Desierto argelino, 25 de abril de 1961. El ejército francés organiza unas maniobras militares y lanza una “bombita” para “Estudiar los efectos fisiológicos y psicológicos producidos en el hombre por el arma atómica”. Pero en esta especie siempre se puede ir un poco más allá en cuanto a la estupidez, prueba de ello tenemos el experimento Orenburg del 14 de septiembre de 1954. Ese día se cuenta que una multitud de más de 45 mil soldados se dirigieron hacia la zona. Los civiles de las aldeas cercanas ignoraban por completo lo que pasaba hasta que oyeron un BOOM enorme. Nunca sabremos cuanta gente murió a consecuencia de aquello.
Está visto que nos gusta hacer experimentos con nosotros mismos porque otra cosa no me explico con esto de levantar el confinamiento para enviar a los congéneres a ir a producir como las gallinas en las granjas, con el consentimiento de los sindicatos por aquello de “el que calla otorga». Todo eso cuando todavía no hemos bajado de centenares de fallecidos diarios y no sabemos siquiera cuantos contagios tenemos porque seguimos sin hacer pruebas masivas. He llegado a pensar que esto no es más que un experimento en el que nosotros somos las cobayas, como cuando a las bombas atómicas.
Llámame cortito pero no acabo de ver cómo es que no puedo reunirme con diez o quince personas para despedir a un ser querido y cerrar la herida psicológica y acabo en un vagón de metro con decenas de personas para ir a trabajar todo el santo día para después llegar a casa con el miedo a haberme traído algún “souvenir” que ponga en riesgo a mi familia, que ya lleva más de treinta días encerrada para “aplanar” una curva” que ya resulta sospechosa ya que los números y las gráficas se pueden modificar a voluntad si eres tú quien maneja los números.
Por lo visto no se le ha ocurrido a nadie por Moncloa pensar que esto no trata de contentar a las grandes fortunas porque si arrancamos demasiado pronto volveremos a la casilla de salida y todo este esfuerzo, todas estas muertes no habrán valido para nada. Igual será que ni los políticos aduladores ni los mega empresarios presionadores se han dado cuenta de eso porque andan enfrascados en transformar la política nacional y la lucha contra el virus en un irrespetuoso circo a pesar del dolor que sentimos.
Nuestros políticos, de todas tendencias y colores, parece que se dedican a tirarse trapos sucios a la cara o acercarse a los Hospitales para hacerse la foto de rigor acompañados de la ocurrencia del día ¿Tan poca sensibilidad les merecen los ingresados, los que pierden la vida y los profesionales que están todo el día a jugándose la vida intentando matar elefantes con tirachinas?