Mira que cosas. Ahora va y resulta que los bolardos, esas bolas ninguneadas y mil veces malditas a la hora de aparcar el coche (sobre todo cuando se empeñan en no apartarse y
nos destruyen una puerta) van a ser la solución a todos los males. Que si quieres solucionar los ataques terroristas, bolardos. Que si quieres evitar que pase una marabunta de gente quejándose de que les has dejado en la miseria, bolardos. Si quieres acotar zonas para que no se puedan manifestar, bolardos. Un bolardo es un elemento práctico, sirve tanto para un roto como para un descosido. Los hay que son incluso monos, con colorines, con maceteros, con escuditos o casi seguro que con la cara de algún que otro presidente vanidoso con la faz dura como ese mismo bolardo.
Parece que con bolardos se va a arreglar todo, aunque con ellos dificulten el paso de los que han de desplazarse en silla de ruedas, para las ambulancias o para los bomberos. El bolardo no entiende de emergencias, está ahí, repantigado, cómodo. Aunque con ellos se carguen la esencia de
los espacios abiertos que permiten entregarnos a la vida en la calle a la que estamos habituados casi desde las cavernas. Nuestras ciudades son así, mediterráneas, abiertas como nosotros antes de que se empeñasen en meternos en la cabeza odios y miedos extraños para mantenernos maleables. No se si estaréis de acuerdo conmigo en que solo se puede temer y odiar lo que no se conoce y aquí nadie se preocupa de enseñarnos nada, muchos más bien lo contrario, se dedican a contarnos medias verdades que son bolardos enteros.
Por lo visto para algunos la solución al terrorismo es dejar que se salgan con la suya, dar sensación de miedo y hacer que renunciemos a nuestros derechos a cambio de protección, como en la Edad Media. Mira, una idea! Una
vez los bolardos no nos valgan igual se nos ocurre construir torres con almenas, según se tercie, porque eso del medievalismo da para mucho. ¿Y después? Vete tú a saber, cualquier cosa, porque por lo visto no parece que estemos dispuestos a poner verdadera solución al problema del terrorismo que golpea a diario en todo este pequeño mundo, aunque no contemos muchos muertos como “de los nuestros” porque quedan lejos. Para ellos no hay manifestaciones, no hay bolardos.
Pero los que resultan un tanto inquietantes son los otros bolardos, los que no se ven y que nos crecen como setas después de un día de lluvia. Me refiero a los bolardos
que nos instalan para recortarnos derechos en nombre del miedo. Inquieta el bolardo de papel que inundó las portadas de los periódicos destruyendo el efecto de cientos de miles de personas gritando “NO TINC POR” para cambiarlo por las pesadas letanías a la que ya nos tienen acostumbrados. Asusta el bolardo que intentó reducir a nada el esfuerzo de los que se han dejado la piel intentando hacer su trabajo a pesar de todo. Desestabiliza ese bolardo tan grande que dificultó la visión de que en la manifestación de Barcelona había gente que, en sus ratos libres, se dedican a los negocios y a ser amigotes de los saudíes, justo estos que dicen que financian el terrorismo y que, por ello, merecen una gran pitada.
Parece que al final nuestra opción va a ser, una vez más, la de no hacer nada y
esconderse detrás de un gran macetero sin intentar poner una solución real al terrorismo disfrazado de islámico que pasa, ineludiblemente, por darse cuenta de que la vida es algo que tiene sus riesgos a los que hay que hacer frente ya que los bolardos no van a salvarnos de ellos. Hay que ser valiente, afrontar de una vez por todas el desastre humanitario de las fronteras europeas y solucionar el conflicto de la zona donde se origina, sólo así evitaremos la desesperación de muchos. Ah, y rapidito porque no se si nos hemos dado cuenta de que el verano se acaba y a las puertas de Europa los inviernos pueden ser muy fríos, sobretodo en las almas de los que se sienten abandonados.
Jamás vamos a acabar con esto mientras exista gente desahuciada dispuesta a dejarse convencer por un extremismo financiado que sólo persigue perpetuar el horror para
que otros sigan viviendo como rajás. No solucionaremos el problema mientras continuemos dificultando la vida a los que llegan huyendo de la guerra y sembrando de muerte los mares. Será imposible que esto acabe mientras a nuestros dirigentes les resulte hasta cómodo que sintamos miedo para así poder llenarnos de cámaras, atarnos con leyes mordaza y hacer lo que les plazca con nuestras libertades para cargarse la esencia de la democracia.
No habrá solución mientras el miedo les sirva como un gran bolardo que les oculte y proteja de nosotros. A ellos también deberíamos gritarles bien fuerte “No tinc por” y darles a entender que también tenemos medidas contra sus políticas nocivas que nos han arruinado económica, moral y socialmente. Unos bolardos mucho más fuertes, nuestras voces.









uno puede ver hacia donde se le ha ido “la pelota” e intentar enderezar el rumbo (si es que se quiere porque la verdad es que parece que me gusta bambar sin rumbo aparente). Estaba en esto cuando he caído en que ya llevamos casi CINCO años juntos, que me han pasado a la velocidad del rayo como siempre que estás con gente a la que aprecias. ¡Oye, que en estos tiempos en los que vivimos a salto de mata y a “corre corre” es muchísimo!. Por eso quisiera daros las gracias por aguantarme, vaya esto por delante.
Villadiego huyendo del mundanal ruido, vuelvo con mejor cara, ganas y algún proyecto loco. Tan solo me queda la espinita en el corazón por haberme quedado con las ganas de tomar un café -con mucho hielo, por favor- con dos amigos (@MiguelAMakazaga y @e13sirio) a los que me hubiese encantado «desvirtualizar» como estaba previsto en el guión antes de que cambiase a última hora. Intentaré hacerlo en breve.
sensación que 
vida) de los que hemos tenido ejemplos para aborrecer estos días gracias a la mezquindad de los «massmedia» que no entienden que si no tienes nada decente que contar es mejor callarse que intoxicar y se limitan a bombardearnos con noticias e imágenes de morbo innecesario propias de los tiempos de «El Caso» y que no hacen más que dejar en evidencia una falta de profesionalidad y ética que «tira p’atrás». Pero por suerte también pudimos ver la grandeza de las personas anónimas que se volcaron para aportar su granito de arena. Personas que han visto sus actos silenciados por el ruido mediático, por el afán de emitir tropecientas informaciones por segundo para que no seamos capaces de procesar nada.
correr, quedar con los amigos, mirar el paisaje o mejor todavía, quedarse mirándonos a los ojos para poder reconectar con el alma de aquellos con quién compartimos la vida y ya ni los vemos. Es necesario recuperar el silencio para valorarse a uno mismo.
que los enfermos me perdonen) nos asesinen mintiendo y diciendo que lo hacen a nombre de un dios. Es mentira, no puede existir un dios, ninguno, que se alegre de que alguien sufra, lo siento, esto iría en contra del mismo concepto de deidad que tengo en la cabeza y si algo he descubierto estas horas es que debo mantenerme en mis principios para no perder la cabeza y dejarme llevar. No les voy a dar ese gustazo, la única manera de vencerles es demostrales que no pueden hacer nada con sus atentados, que no nos van a mover un centímetro.
rápidamente en las RRSS olvidando que nuestra naturaleza humana nos debiera empujar ayudar al que sufre. Lo que me hiela la sangre es ver como los medios de comunicación intentan rascar audiencia con puro amarillismo, con verdadero morbo olvidando que en su profesión no todo vale. Igual cuando todo esto acabe deberíamos preguntarles sobre ética y decencia porque me parece que eso de vender casquería y de ayudar (involuntariamente) a la huida de los delincuentes con sus emisiones en directo no debería salirles gratis.
solidaridad con el que sufre? Demasiadas preguntas, ¿verdad? Pero lo que parece claro es que nos hemos deshumanizado, hemos olvidado que si la humanidad ha evolucionado es por esa solidaridad en los momentos difíciles que brotaba de la nada, por esa mano desconocida que te ayuda a levantarte y ahora eso se ha sustituido por la egocéntrica búsqueda de “me gusta” sin pensar siquiera si harían lo mismo si el retratado fuera un familiar o él mismo. Es inevitable pensar que la humanidad ha acabado y eso, eso para mí es el verdadero terrorismo.
se