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Esos días andaba escarbando,  como gallina en un corral, por esos posts que quedan olvidados en la noche de los tiempos. Creo que rebobinando con un boli Bic igualito que las casettes  de antes (que viejo soy),  boli casseteuno puede ver hacia donde se le ha ido “la pelota” e intentar enderezar el rumbo (si es que se quiere porque la verdad es que parece que me gusta bambar sin rumbo aparente). Estaba en esto cuando he caído en que ya llevamos casi CINCO años juntos, que me han pasado a la velocidad del rayo como siempre que estás con gente a la que aprecias. ¡Oye,  que en estos tiempos en los que vivimos a salto de mata y a “corre corre” es muchísimo!. Por eso quisiera daros las gracias por aguantarme, vaya esto por delante.

He estado fuera, de vacaciones según algunos, perdido según otros y  de desintoxicación según yo mismo. La verdad es que no ha ido mal eso de tomar las de por-que-los-daneses-son-los-mas-felices-del-mundo-porque-practican-el-hygge-2-655x368Villadiego huyendo del mundanal ruido, vuelvo con mejor cara, ganas y algún proyecto loco. Tan solo me queda la espinita en el corazón por haberme quedado con las ganas de tomar un café -con mucho hielo, por favor- con dos amigos (@MiguelAMakazaga y @e13sirio) a los que me hubiese encantado «desvirtualizar» como estaba previsto en el guión antes de que cambiase a última hora. Intentaré hacerlo en breve.

Pero lo mejor de todas esta vacaciones es el haber tenido momentos para reconciliarse con el silencio y la paz del alma. Una de las mayores joyas perdidas en esta sociedad llena de ruido y que nos está volviendo locos. He conseguido momentos en los que sentir esa Tristaniasensación que parece reservada a los potentados que pueden pagarse una isla desierta para hacernos los dientes largos después. Sabes de que hablo, es esa sensación de escuchar el silencio de las montañas, un silencio atronador que te llega al alma, que llega hasta a incomodar hoy en día que nos hemos vuelto adictos al ruido de todo tipo. Ya no somos capaces de permanecer tranquilos en un lugar viendo el vaivén de las hojas mecidas por el viento sin que las manos se nos vayan a los bolsillos para coger el móvil, colgarlo en Instagram y contárselo a todo el mundo, no sin antes consultar tropecientos mensajes. Nos hemos convertido en seres que no reflexionan porque nuestra aceleración nos lo impide. Vivimos inmersos en la escandalera y hasta hay gente que necesita del ruido para poder dormir. Tememos al silencio, no vaya a ser que escuchemos una voz interior que le diga “Hola, soy Tú” y no nos guste.

Vivimos inmersos en el ruido físico y mental, abarrotados de mensajes, publicidad, escandalera de todo tipo. enjoy_the_silence-e1483210802572 Vivimos abrumados de información y de desinformación a partes iguales presionados porque parece que hay que tener una opinión inmediata sobre todo. No nos da tiempo a reflexionar y así nos luce el pelo. Hay veces que pienso si no nos controlarán el pensamiento a base de marearnos y que el nuevo silencio de las dictaduras no sea el “A CALLARSE” sino justamente lo contrario, montar una escandalera tal que al final no se oigan nuestras voces. Nada, tonterías mías.

Vivimos corriendo, sin pararnos a pensar que igual esta velocidad impuesta no es más que una forma más de manipulación, a base de postverdades (vamos, los bulos de toda la 15237286vida) de los que hemos tenido ejemplos para aborrecer estos días gracias a la mezquindad de los «massmedia» que no entienden que si no tienes nada decente que contar es mejor callarse que intoxicar y se limitan a bombardearnos con noticias e imágenes de morbo innecesario propias de los tiempos de «El Caso» y que no hacen más que dejar en evidencia una falta de profesionalidad y ética que «tira p’atrás». Pero por suerte también pudimos ver la grandeza de las personas anónimas que se volcaron para aportar su granito de arena. Personas que han visto sus actos silenciados por el ruido mediático, por el afán de emitir tropecientas informaciones por segundo para que no seamos capaces de procesar nada.

Después de estos días creo que he aprendido que, de vez en cuando, es estrictamente necesario apagar maquinas, sentarse en un banco a ver pasar la vida, salir a pasear, ir a Silencio opinioncorrer, quedar con los amigos, mirar el paisaje o mejor todavía, quedarse mirándonos a los ojos para poder reconectar con el alma de aquellos con quién compartimos la vida y ya ni los vemos. Es necesario recuperar el silencio para valorarse a uno mismo. Deberíamos recuperar esos tiempos de silencio en los que, aparentemente no hacemos nada pero que reconstruye nuestros cerebros tocados por la velocidad. Recordemos que hubo un tiempo con silencio, deberíamos recuperarlo,  aunque sea un ratito al día. Nuestra cordura lo necesita.

“Con consciencia plena, podemos preservar nuestra alegría interior… Podemos crear un fundamento de amor, paz y libertad dentro de nosotros mismos.”

Vistos los resultados de las elecciones y como se va a poner el percal por Europa, con todos esos foto parlament eupartidos “rarejos” (vamos, nazis y fascistoides, miedito tengo) que van a acampar por el parlamento (si queréis, os he preparado una reseña de ellos,  pinchad aquí y que la suerte os acompañe), casi que necesitaremos algo para no perder la cordura ya que el esperpento está garantizado desde Bruselas. Nos harán perder los papeles a los que vamos a seguir con los ojos como platos este circo que se avecina. La verdad es que el pasado festival de Eurovisión ya fue premonitorio de la que nos venía encima.

Ante este panorama me he vuelto loco preventivamente y os propongo un arma contra el estrés, aún no se si funciona pero si lo hace, soluciona  uno de los males más graves que padecemoselecc-europeas-20141. Andamos tan achuchados que nos olvidamos de dónde hemos aparcado y hasta de quiénes somos y ni siquiera vivimos conscientes de lo que hacemos en cada momento, funcionamos en «piloto automático» (como gran parte de Europa al ir a votar, es broma, la gente sabía muy bien lo que se hacía, os lo juro). No apreciamos el valor de un ratito con uno mismo y parece que huyamos de nuestra sombra, encendemos la tele o nos ponemos a leer este blog.

Esto dicen que se puede paliar practicando Mindfulness, que no es el nombre de un grupo post moderno. Consiste en estar consciente, saborear el momento. Para ello no hace falta largarse al Tíbet, se puede conseguir en casa o hasta en el Metro si el olor a humanidad nos lo permite, claro.

¿Verdad que te ha pasado estar en un sitio precioso  y que de repente la cabeza se vaya hacia mil preocupaciones? ¿Y si fuésemos capaces de arreglarlo dirigiendo la atención a nuestra respiración? No es fácil pero haciéndolo la cabecita díscola,  regresa  junto con el cuerpo y recuperamos esa paz. ¿A que es genial? Pues ahí está la gracia del Mindfulness, el secreto está en ser capaces de parar y respirar.

Dicen que la consciencia plena es el origen de la felicidad y que todos podemos  conseguirla. thich-nhat-hanhHemos de detenernos, parar el mundo. ¿Y eso cómo se hace? Según Thich Nhat Hanh, maestro Zen, dominando el caminar y la respiración consciente podremos practicar el TODO consciente y estar siempre en el aquí y ahora, ¡casi nada!

Eso es la pera, pero, ¿para qué sirve? Parece que esto puede permitirnos ser felices o, por lo menos más conscientes. Casi nada, ¿verdad?Observa-cada-cosa-como-si-ocurriese-por-primera-vez Podemos practicar con cualquier cosa (no valen las letras de la hipoteca ni la multa de la O.R.A., no seamos masoquistas), propongo una flor. La sostenemos en la mano fijándonos en ella, usando la respiración consciente esa que hemos comentado antes. En vez de dejar que la cabecita se marche a la Luna, mantén la atención en la flor. Si no consigues nada por lo menos la concentración ya de por sí, con estos tiempos que corren, es un éxito.

Si no tenemos algo de felicidad, no tendremos medios para librarnos de la desesperanza. Con Mindfulness, podemos conservarla y así no sucumbir a la que nos viene encima…

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