Ha acabado ya la navidad, los niños ya han vuelto al cole (que paz), el alcalde de Vigo ha apagado ya las luces esas que se veían desde el espacio y hasta hemos guardado en el
rincón del olvido el árbol de Navidad. Todo va volviendo a la rutina y el recuerdo de esos días va dando paso al horror que supone pensar que toca “picar piedra” hasta Semana Santa, mínimo. Queda un duro camino por delante, ¿verdad? Pues imagina si a esto le sumamos el que esos propósitos de año nuevo que nos habíamos hecho empiezan a caer en saco roto, el idioma se atraganta y ya no nos parece simpático el profesor de mandarín, los kilos no bajan, el gimnasio no apetece con este frío y como total no nos ve nadie ya dejamos si eso lo de “el cuerpo serrano” para cuando llegue el calor. El bajón de estos días es terrible, caras largas, ojos hinchados, suspiros en el metro… ¡Nos hundimos!
Pues bueno, resulta que como no queda nada nuevo bajo el Sol, esto también tiene un nombre. Me sorpendió muchísimo enterarme que allá por 2005 el psicólogo británico Cliff
Arnall ya se dio cuenta de que estos días todos andamos buscando a alguien de los que dan abrazos gratis (¿dónde se esconden? ¡Necesito un saco!). Pues bueno, allá por 2005 el buen hombre se inventó lo del Blue Monday para una campaña de una agencia de viajes y abrió todo un melón para los “vendecosas” que son muy listos y ya suponían algo cuando nos pusieron las rebajas en Enero aprovechando eso de que cuando nos ponemos tristones recurrimos a la Visa (si es que queda algo en ella) hasta que se borren los números, a lo Banzai.
Uno de los males que tiene nuestra sociedad capitalista es justamente eso, tanta compra
compulsiva nos ha deshumanizado y hasta el punto de olvidar que somos personas, ya nadie habla de ciudadanos o de seres humanos, hemos pasado a ser usuarios o clientes aunque con ello se queden atrás millones de personas a los que viven en un eterno blue Monday y se han de limitar a ver la locura desde el otro lado del escaparate, como Audrey en Desayuno con diamantes, pero sin glamour y con una crueldad que va más allá de lo humano.
Estamos en rebajas, la época en la que se llenan las estanterías de los centros comerciales
y se vacían las carteras. Toca acabar de arrasar con todo lo que quedó después del huracán navideño. Eso de la paz, el amor y la fraternidad acabó guardado junto con las luces del árbol, los que comíamos juntos ahora somos capaces de batirnos en duelo por el último de los calcetines del montón sin importarnos que el que está enfrente vaya con los pies descalzos. Piénsalo, estos días aquellos que necesitan todo continuarán no teniendo nada. Aunque las luces nos hayan deslumbrado la mente y hagan hecho que lo olvidemos.
La rueda parece bien engrasada, no compramos por necesidad sino por aparentar, por
curiosidad o simplemente por hacer los dientes largos al vecino, todo se reduce al modelo AIDA (Atención Interés Deseo Acción). Se trata de recortarte la libertad de elección, hacerte creer con luces y brillos que necesitas algo, que ese algo te hará feliz y claro, tú quieres ser feliz. Al final pasas por el aro y si te he visto no me acuerdo. Comprarás la cosa, descubrirás que no era tan bonita como en la tienda, te sentirás triste y ya sabemos que la tristeza conduce a ponerse otra vez la Visa entre los dientes y ¡hasta que se funda!. Nos hacen caer una y otra vez en la misma rueda, al final no es tan distinto como la política, nos venden su humo y cuando lo hemos comprado, a otra cosa mariposa.
Es la nueva religión, el consumismo, gastamos, compramos, consumimos pero no
pensamos, no construimos, no arreglamos. Nos atamos y poco a poco nos vamos deshumanizando, poco a poco vamos olvidando que nos han creado un mundo falso en el que solo importa poseer. Vamos secando nuestro corazón hasta que se convierte en una piedra incapaz de sentir empatía y ya no somos capaces de entender la ridícula rueda en la que andamos metidos. Somos esclavos que trabajan por un dinero que rápidamente gastamos y devolvemos a la rueda que nos mantiene girando como los hámsteres en su jaula, parece ridículo, ¿verdad?








darnos cuenta de que muchísimas de ellas son autoimpuestas porque siempre acabamos poniéndonos los grilletes nosotros mismos. Suena raro, ¿verdad? Pero no me dirás que la Historia de la humanidad no se puede resumir en que un grupo se rompe la espalda para conseguir liberarse de unas obligaciones y cuando lo consigue va y se ata a otra cosa igual o peor que la anterior. Así ha ido moviéndose la Historia y así seguirá, a trancas y barrancas, somos incorregibles. Al final Orwell en
que el jefe se enfade porque “la cosa está mú malamente”. Pensamos que hemos ganado pero no caemos en que para que los de abajo consigamos algo los de arriba también han de sacar tajada. ¿O es que olvidamos aquello de que “la banca siempre gana”?. El caso es que dicen que trabajamos menos horas y tenemos más “tiempo libre”, entonces nos surge el “tener que hacer algo” para llenar ese tiempo, no sabemos estar paraditos, contemplando el amanecer o disfrutando de algo que nos llene el alma. No es que se trate de tirarnos a la vida contemplativa pero es que nosotros nos encargamos solitos de agobiarnos por estar siempre “haciendo algo” sin darnos cuenta de que nos cargarnos otra cadena al cuello y que curiosamente nos cuesta dinero ¿y quienes son los que lo ganan con eso? ¡
deportes raros y carísimos, comprar cosas, ir de vacaciones a lugares de los que volveremos cansados y sin un clavo, documentarlo todo en mil redes sociales para hacer los dientes largos y provocar la envidia del que lo vea. Aunque en realidad estemos deseando volver a la rutina para sentirnos tranquilos un rato, así seguirá la rueda. Al final la desnaturalización del tiempo libre nos ha llevado a transformar NUESTRO tiempo libre en un tormento que no es descanso ni nada que se le parezca.
demos cuenta de nuestra esclavitud y dejemos de generarles beneficios, además, si te paras a pensar
Tour. El único defecto es que tardará lustros en pagarla. No le hacía falta para el nivel modestillo de nuestras aventuras, en realidad fué al taller a comprar unas zapatas de freno nuevas pero claro, el sistema se puso en marcha. Una cosa llevó a la otra y con la ayuda de un buen vendedor el desenlace estaba claro. Él tiene una bici nueva, el taller ha hecho una venta y la fábrica ha colocado un producto. Sería perfecto si no es porque mi amigo no va a poder usar la bici, tendrá que invertir parte del tiempo de pedaleo en trabajar para pagar una letra más. ¿Surrealista, verdad? Pues no le dije nada, todos somos víctimas de estos detalles irónicos del sistema. Como dijo el Dalai Lama » El hombre occidental pierde su salud para ganar dinero, después gasta su dinero en recuperar la salud».
comunista. No es que yo a estas horas vaya a salir Bolchevique, pero lo que resulta innegable es que mientras existía algo “a la otra parte”, mientras existía un héroe al que temer el villano no se mostraba en su plenitud (o al revés,¿qué más da?). Ya se que esto viene de antes. Estamos viviendo el capitalismo desde el año de la mariacastaña, después de la caída del Antiguo Régimen y la revolución industrial, pero es verdad (y que me perdonen mis antiguos profes de economía) que después de las Guerras Mundiales nos dio por dar una vuelta más a la tuerca y hacernos consumistas pero todo tenía el límite de no saber que pasaba «al otro lado». En USA empezaron a meternos en la cabeza la idea de comprar como si no hubiese un mañana, de comprar para ser felices. La cosa empezó
siendo hasta simpática pero ya digo, lo que empezó de forma recatada y moderada se ha transformado en un sistema perverso que está llegando a su extremo. Ahora ya los objetos que se consumen y se tiran somos nosotros, los seres humanos en manos de monstruos y corporaciones que nos usan como Kleanex y a los que adoramos como los muñecos verdes de Toy Story al gancho. Y ahora, con la muerte de Fidel, último icono anticapitalista y la llegada del indescriptible mercantilista neoliberal, Trump, seguro que asistimos a la última aceleración de la perversión. El liberalismo salvaje ya se ha quitado la careta y se muestra como es, un sistema en el que, si no espabilamos, los mortales como tú y como yo seremos simples medios de producción a los que desplumar, consumir, y después dejar tirados en la miseria, en el olvido. ¿No ha empezado ya? Pues con las cifras de paro, miseria, recortes y desesperación que padecemos en España, casi que lo parece.
el que la banca siempre gana. Ojalá todavía estemos a tiempo de decir “basta”. Basta de ser tratados como máquinas de usar y tirar. Pero personalmente ya dejé de creer en cuentos de hadas, lo siento, estamos demasiado anestesiados (las elecciones en todo el mundo occidental lo demuestran). Eso sí, me asusta la velocidad a la que se están sucediendo las cosas, descontento, radicalismo, populismo, “outsiders”, crisis y un robo de derechos que no hace más que retroalimentar la rueda. Parece que este juego perverso tiene sus días contados, va a explotar de pura avaricia y el “BOOM” se oirá desde la Galáxia de Andrómeda. El sistema colapsará, se hundirá y nos veremos nadando entre tiburones. ¿Entonces seremos capaces de darnos cuenta y empezar de nuevo? La Humanidad, si de algo es capaz y lo ha demostrado, es de reinventarse a sí misma Millones de años de evolución no pueden quedar en esto. Esperemos.