Hay pocas cosas que sean más peligrosas que una bandera. Con una de ellas puedes llegar a pensar que perteneces a un grupo, algo normal ya que los humanos tenemos una extraña querencia a juntarnos con los que podemos tener algo en común, para lo que sea, hasta un
videoclub si se presenta (que viejuno soy). Los humanos somos gregarios, tendemos a agruparnos, nos sentimos como más respaldados y para representarlo no hay nada mejor que un trapito con los colores de la tribu. Puede que eso nos venga de cuando la supervivencia de cada uno estaba ligada a la pertenencia al clan, vete tú a saber. El caso es que seguimos haciendo lo mismo, nos juntamos bajo un símbolo para diferenciarnos “de alguien” o ir «contra alguien» si se tercia y eso siempre resulta muy tentador para los que son expertos en apropiarse y utilizar esos símbolos como herramienta para sus propios fines sin que les importe lo más mínimo la idea inicial ni la suerte de los que se sienten ligados al grupo pero como diría aquél “esto es mercado amigos”.
Digo esto porque creo que este “finde” nos ha vuelto a pasar. Me sorprendió ver como el
desnortado Ayuntamiento de Madrid amanecía con DOS banderas españolas, la que entra en el «pack» de los edificios oficiales y otra, enorme, que se colgó solamente para contentar a los chicos de moda y que así les den el «si quiero». ¿Qué les vamos a hacer? Son los de esa extrema derecha que parece que coma banderas, aunque no vengan a cuento ni sean necesarias. Son los que se quedan con el símbolo sin que importe lo que representa porque ya ni lo saben. Son de los que se quedan mirando el dedo cuando les señalan la estrella y entonces claro, necesitan enseñarnos un banderón enorme por si habíamos olvidado que Madrid es España, por si acaso
La escena es muy preocupante. La nueva bandera, ha arrinconado este año a la bandera arco iris en un lateral de la fachada en plena semana del orgullo, como haciendo ver que las personas y sus
derechos más legítimos importan menos esta ocasión. Como diciendo que no les importan demasiado los sentimientos de cada cual o el respeto al prójimo, que sólo vale el pacto de la derecha con la ultraderecha para quedarse con el cotizado silloncito. Por lo visto a esta gente tan desaprensiva todo les vale, hasta poner una superflua bandera de España justo en el mismo lugar donde antes, por ejemplo, se daba la bienvenida a los refugiados. Toda una declaración de intenciones de lo que se nos viene encima si les dejamos ir. A esta gente el bienestar de las personas les importa poco, van a lo que van, sus propios símbolos los delatan. Les importa un pimiento lo que ocurra con nuestros derechos, no se cortan en juntarse con los que quieren la vuelta al pasado. Y lo más escandaloso, no entienden porqué después les gritan cuando se dejan caer en lugares donde no son bienvenidos.
El problema es que una vez más los símbolos se vuelven a convertir en propiedad de unos pocos listos que cuelgan una bandera para interés propio y la vacían de contenido hasta el punto de que no
representa a nadie, sólo sirve para los intereses propios y la ofensa al contrario. Justo ese es el problema de la Sra Arrimadas el otro día. El colectivo al que le intentó expropiar la bandera se dio cuenta de la jugada y por supuesto que se mosqueó porque a nadie le satisface que se apropien de sus símbolos y lo que representan para apropiárselo para los intereses de la causa de otros que, encima,
queda bastante lejos de la de los que se sienten representados por el arco iris. Arrimadas jugó con fuego y, esta vez se quemó. Todavía continúa lamentándose fingiendo sentirse ofendida hasta el nivel de pedir cabezas de ministros por haber recibido cuatro gritos al ofender con su burdo intento de manipulación a todos los que llegan siglos sufriendo palos por su identidad sexual. Al final ha hecho como los futbolistas malos que se tiran retorciéndose de dolor a pesar de que saben que el árbitro les ha pillado en plena representación teatral, a ver si todavía consiguen arañar unos segundos al reloj.








han inundado mi twitter. Son gritos de personas como tú y como yo que llevan padeciendo en silencio el desgarro de la incomprensión en el cole, en casa, en el trabajo o en cualquier parte. Nos contaban con una enorme valentía como vivieron el zarpazo del miedo que les obliga a permanecer escondidos durante siglos sufriendo todas las barbaridades que el ser humano es capaz de hacer con sus semejantes.
cómplices que te llevan a no querer saber que puede estar sufriendo es@ compañer@ de pupitre con el que todos se metían en el cole o este otro que ocupa el despacho de tu lado. Si, ese despacho que alguna veces está cerrado y del que salen unos sollozos contenidos justo antes de que salga su ocupante con una sonrisa y los ojos rojos como tomates. Me refiero a que este finde hemos vivido en las RRSS todo un acontecimiento al nivel del famoso #MeToo. Muchas personas se han atrevido a contarnos bajo el hastag #MeQueer sus escalofriantes experiencias vividas simplemente porque a muchos de nosotros nos cuesta hacer entrar en la mollera que en el afecto y el amor lo que esta sociedad arcaica quiere no tiene porqué ser lo que nos han tatuado con la terrible etiqueta de “lo normal”. Por lo visto preferimos ver como miles de parejas acaban como el rosario de la aurora pero no queremos ver a otras mostrar su afecto. Parece irónico.
l@s valientes que nos han contado su historia han tenido que mudarse, lejos de unas familias que les dan la espalda. No lo entiendo, llamadme cortito. No entiendo la causa por la que unos padres puedan dejar de serlo simplemente porque su hij@ no es heterosexual. A un hijo se le quiere y basta, te da igual que sea alto, bajo feo, guapo o hasta si tiene tres orejas. Se le quiere y ya está. Hasta ahí todos de acuerdo ¿verdad? Entonces ¿A que se debe eso de horrizarse por la tendencia sexual de tu propio hijo?¿Porque en este caso muchos padres los condenan al silencio de siglos, a de ocultarse detrás de la cortina, a que no se vea, a decir “vale pero que no se sepa”? Si tu hijo mañana te presentase a su pareja de su mismo sexo, ¿Qué harías? Si te sorprendes, deberías replantearte cómo es que has criado a un hijo al que no conoces y el problema lo tienes TÚ, pero si no lo aceptas estarás fallando a todos tus esquemas como padre “a un hijo se lo quiere y se le procura su felicidad como sea, y punto”. Piénsalo.
standard” esa que nos han vendido es un camelo. Ya sabes, aquello de nacer, crecer, casarse, reproducirse y esperar a la parca lo más tarde posible, eso que nos ha colado en parte una institución que ya hace bastante por esconder sus miserias debajo de la alfombra, 
como les de la santa y real gana. No puedo estar orgulloso cuando, a pesar de admitir que hemos cambiado muchísimo desde cuando no hace tanto tiempo se perseguía a personas con la Ley de Peligrosidad Social, Vagos y Maleantes y «joyas» por el estilo. Hemos mejorado, pero todavía por la calle, en la piscina o en la playa miramos raro a esa pareja a la que se les permite casarse pero no aceptamos que vivan su amor en público. Por eso yo NO siento orgullo.
maricón a quién quieren ofender. No puedo sentir orgullo cuando al último de la carrera lo llamamos marica, no se, me parece que todavía nos queda mucho camino por recorrer hasta que nos demos cuenta de que NADIE, ni Gobierno, ni leyes ni homínido circulante por la calle tiene derecho alguno a meterse en mi cama y decirme como y con quien quiero compartir mi existencia, siempre que las partes contratantes consientan en ello.
tiempos, y herederos de aquella moral que nos ha traído tanta hipocresía y tanto dolor. Si los organizadores del desfile hubiesen sido como ellos habrían colgado el cartelito de reservado el derecho de admisión y hubiesen prohibido desfilar a más de dos que me vienen a la cabeza. Pero una vez más nos han demostrado lo que es tolerancia y que en este mundo cabemos todos. Si, había representación del hipócrita orgullo de los que durante todo el santo año están ninguneando o incluso insultando a miles de seres humanos, algunos de ellos afiliados o incluso dirigentes, escondiéndolos bajo las alfombras, sin mover un dedo por ellos (ni por nadie) y ahora quieren dárselas de tolerantes. Sorprendente pero había