Dicen que los Marines de Estados Unidos tienen una semana en su instrucción a la que temen especialmente porque es dura, muy dura y es la que de verdad separa el grano de la paja a la hora de entrar en el cuerpo que después se dedicará a ir asaltando países, causando estragos y montando disturbios en los bares de medio pelo. Es la semana del infierno,sólo saldrán de ella los más fuertes o por lo menos eso dicen en las películas de soldados esas en las que siempre se comportan como los caballeros andantes de los libros y acaban ganando los buenos sin que mueran miles de inocentes ni nada. Que risa, ¿verdad?
Pues algo así está viviendo el PSOE con la semana de la vergüenza esta que està viviendo. Aunque también es verdad que a la velocidad a la que nos movemos cada semana le toca a uno. Vergüenza es lo que deben sentir al saberse que pueden ser tres cuartos de lo mismo que el partido del trinque a magnitud industrial. Vergüenza deben sentir por el caso Koldo García, el supuesto portero de antro oscuro reconvertido en asesor favorito de José Luis Ábalos. Según cuentan era su mano derecha, su Pepito Grillo, el que le soplaba las cosas a la oreja con voz susurrante, lo que me causa cierto susto porque prefiero no saber de donde sacó a semejante angelito. Ábalos, que ya ha dimitido de su cargo en la comisión de investigación, y a estas horas sigue aferrado a su escaño como si nada hubiera pasado hasta que se mudó al grupo mixto porsi le transforman el sillón en una silla eléctrica. Si, soy de los que piensan que el que se agarra de esa forma es que algo de peso le queda. Llámame malpensado pero ya sabes que en todas partes cuecen habas y puede que la del PP no sea la única olla.
Las pruebas que han salido a la luz desde que detuvieron a Koldo demuestran que Ábalos estaba al tanto, porque seguro que algún soplón de esos que asoman por la esquina con sombrero y periódico con agujerito le había advertido de las tropelías de su amigote. Solo eso, no vayamos a pensar que resbalaba algún billete a su saco.
El PSOE le ha dado un ultimátum para que se marche, pero Ábalos hace oídos sordos a pesar de haberse transformado de la noche a la mañana en un apestado repudiado por todos. De repente se ha transformado en un “eseseñordelqueustedmehabla “ y supongo que eso duele, aunque ya sabemos como funciona esto de la política, los puñales malayos y las amistades saprofitas.
Pedro Sánchez tiene que actuar ya y poner fin a cualquier atisbo de corrupción que salpique al PSOE, si no lo hace estará traicionando los valores que le llevaron a La Moncloa (léase con sonrisa irónica). Debe ser intransigente con la corrupción, enviar el mensaje de que la corrupción en el PSOE se corta de raíz, caiga quien caiga aunque sea por el temor a la somanta de palos que le puede caer en el congreso por parte de los hooligans de la bancada de enfrente los mismitos que hipócritas ellos se vestiran de blanco inmaculado, como si no tuviesen mil muertos e el armario y un martillo para arreglarlos.
Y lo que seguramente es para él más importante, si no lo hace ahora mismo, todo su discurso en este tema quedará en agua de borraja, otro discurso más y viendo como le ha ido por Galicia, se puede llegar a llevar un susto.
Archivos para febrero, 2024
Hay una frase de Isabel Díaz Ayuso que define lo que es una sociopata de manual y resume a la perfección su gestión de la pandemia, su desprecio por la vida de los más vulnerables y su cinismo político. Es una frase que pronunció en una entrevista en la Cadena SER, cuando le preguntaron por las miles de personas mayores que murieron en las residencias de Madrid sin recibir atención médica. La frase es esta: “No se salvaban en ningún sitio”.
No dijo “morirían en cualquier lado”. No dijo “no había nada que hacer”. No dijo “fue una tragedia inevitable”. Dijo “no se salvaban en ningún sitio”. Como si fuera una cuestión de suerte, de destino, de fatalidad. Como si no hubiera habido decisiones políticas, protocolos sanitarios, recursos públicos, responsabilidades legales. Como si no hubiera habido una presidenta de la Comunidad de Madrid que tenía la obligación de Proteger a sus ciudadanos, especialmente a los más débiles, y que decidió abandonarlos a su suerte.
No es lo mismo que no salves tu vida que morir. Lo primero implica impotencia: no había manera de salvarlos, qué podíamos hacer. Lo segundo, dejadez: morirán igual, qué íbamos a hacer. Los malabarismos con el lenguaje, cuando se producen in crescendo, terminan como terminan los malabarismos con las naranjas: con las naranjas en el suelo. O los muertos. El resultado es el mismo y las conclusiones también: que el Gobierno regional no quiere enseñar las actas policiales de inspección de residencias, se supone que “porque todo lo hizo bien y no tiene nada que esconder”, y que miles de personas encerradas en residencias responsabilidad del Gobierno regional de Isabel Díaz Ayuso murieron sin asistencia en esos hospitales porque se decidió que su suerte estaba echada, y esa suerte implicaba morir de cualquier manera, con cualquier dolor, sin el último derecho que tienen los enfermos, que es el derecho a la esperanza.
Ayuso no solo les negó la esperanza, sino también la dignidad. Les negó la posibilidad de ser atendidos por un médico, de recibir un tratamiento, de despedirse de sus seres queridos, de tener un entierro. Les negó el reconocimiento de su condición de personas, de ciudadanos, de víctimas. Les negó la memoria, la verdad, la justicia. Les negó todo lo que hace que una sociedad sea humana, solidaria, democrática.
La señora Parca dice que “no se salvaban en ningún sitio” y se queda tan ancha, ella que siempre defendió la vida y bramó contra la eutanasia. No se salvaban en ningún sitio, como si no tuviera nada que ver con el asunto, por lo menos Poncio Pilatos se lavó las manos esta señora ni eso. Como si no fuera la máxima responsable de lo que ocurrió en las residencias de Madrid. Como si no fuera la presidenta de la Comunidad de Madrid. Como si no fuera nada. Como si no fuera nadie.

Siempre se ha dicho eso de que “El hábito embota la sensación” y es tan cierto como la catedral de Burgos. Es el poder de adaptación de esta especie. Puede que eso es lo que nos ha llevado hasta aquí después de tantos milenios de evolución. Nos habituamos a todo y eso tiene sus cosas buenas, pero también su parte negra del asunto. Nos habituamos, los que fuman saben que empezaron por un cigarro y poco a poco necesitaban más nicotina para sentir lo mismo, acaban fumando un cartón, arruinándose y asfaltando sus pulmones. Los que bebían una cerveza y se le subía a la cabeza y al final acabaron alcoholizados porque necesitaban dos botellas de Jack Daniels para pillar una cogorza O los que empezaron con algun tipo de drogas y al final para “pillar el colocón” necesitaban algo cada vez más fuerte como esa sensación de hacer puénting, cada vez más alto, cada vez desde un puente más impresionante. Así con todo, sea lo que sea, nos acostumbramos, es la tolerancia que hace que pierdas la capacidad de disfrutar de otras cosas que antes le producían placer, como la comida.
Y después llega lo malo,el síndrome de abstinencia si un día no consigues tu dosis te entra el mono, te sientes decepcionado, triste, irritable, abatido y te da la mala leche. Sin ser fumadores, parroquianos de la taberna de Moe o aventureros estilo Calleja todos nos hemos sentido así alguna vez, ¿verdad? Los que saben del asunto le llaman «Craving», es ese síndrome de abstinencia que nos hace sentir la necesidad urgente de hacer lo que nos provoca ese placer inexplicable, salir a correr aunque estés lesionado, salir a conseguir un chute de adrenalina al precio que sea no podemos explicarlo, es una necesidad que se apodera de nosotros.
Nos acostumbramos al subidón, a la adrenalina. Nos volvemos adictos a ello hasta el punto de necesitar más de eso cada día. También, aunque parezca mentira nos acostumbramos a las malas noticias y al dolor de alma. Nos acostumbramos a ver la muerte a diario por la tele, nos acostumbramos a ver el sufrimiento y la desgracia del prójimo y hasta seríamos capaces de acostumbrarnos a la propia, asumirla, bajar los brazos y dejar de nadar hasta la orilla. El caso es que lo saben, saben que esta sociedad es una sociedad yonqui, habida de tensión y de estrés porque nos han inyectado la incertidumbre en las venas y saben como traficar con lo que necesitamos. Los camellos que nos dan nuestra ración diaria nos la van dosificando, poco a poco, cada vez más dura porque ya no nos causa la sensación esa inexplicable que sentimos el primer día que ocurrió “algo” ahora necesitamos que ocurran muchos más “algos” Hasta el punto de que yo no se vosotros, pero yo ya estoy notando como hasta dos guerras atroces televisadas ya empiezan a causar indiferencia, parece que nos hayamos acostumbrado a la sangre, la tragedia y el horror. Nos acostumbramos a todo hasta el punto de que nuestros políticos, verdaderos trapicheantes de las noticias surrealistas, ya necesitan decirnos cosas como que no llueve porque hemos quitado las plazas de toros para que les hagamos caso, Para atraer nuestra atención ya son capaces de soltar soflamas que empiezan a lanzarnos los unos contra los otros sólo porque ya han subido un escalón más allá de la acusación de terrorismo. Muchas veces parece que no sean dueños de sus palabras, que estén como enloquecidos diciendo necedades sin sentido pero que no son inocentes porque saben que las compramos, las creemos y después necesitamos algo más fuerte para seguir el camino que nos marcan. Como los ratones de los dibujos animados que siguen el camino de los trocitos de queso, cada vez más grandes, hasta que caen en la trampa, aparece el gato Silvestre y se los zampa.
¿Cuándo diremos basta? ¿Cuándo seremos capaces de admitir que estamos enfermos y llenos de ponzoña? Es el primer paso para enfrentarnos al mono, apuntarnos a rehabilitación y volver a sentir las cosas en su justa medida, volver a sentir empatía, a apreciar lo que nos rodea, a sentirnos de nuevo humanos. Nos hace falta recuperar la calma para reflexionar, pensar, valorar lo importante sin el agobio de la actualidad cada día más veloz, cada día más devastadora ¿Seremos capaces de desintoxicarnos alguna vez antes de que muramos todos de una sobredosis?







