Hoy en día nos hemos acostumbrado a que todo sea de plástico, de usar y tirar, rápido, impersonal, puros trastos sin alma que usaremos una vez y si te visto no me acuerdo a pesar de que nos digan que nos estamos cargando el planeta. Si se te cae un plato al suelo y se le
hace un desconchado lo tiras a la basura y ya está, te acercas al bazar de cabecera y apañado. Todos lo hacemos. Nos resignamos a comprar otro objeto nuevo, sin alma.. y todo eso, ya sabes, un trasto. Es nuestro ADN occidental consumista, nada que ver con Japón donde ya llevan siglos practicando el kintsugi. ¿Qué que narices es eso? Pues resulta que es toda una filosofía de vida de la que se puede aprender muchísimo. Y ya te digo que estos días, por circunstancias que no vienen al caso me ha venido al pelo si es que, por la cuenta que me trae, quiero sacar alguna enseñanza.
Se trata de darle la vuelta a nuestro consumismo como a un calcetín. Cambiar el chip y pensar que si se ha roto, ¡se repara!. Verás que las marcas y cicatrices que van a quedar en ese plato de la abuela que se partió por la mitad
le darán valor. Un valor añadido que recuerda el desgaste que provoca el tiempo, el tiempo pasado y el cambio que la cotidianidad va dejando en las cosas y en las personas. Todo cambia, todo es mutable, ¿porqué no reconocerlo? El tiempo actúa sobre todo, deja sus marcas, también en los seres humanos, esos a los que a pesar de lo que estamos viviendo seguimos tratando como trastos. Piensa en las huellas que quedan en nuestra alma por las vivencias transcurridas. Al igual que ese plato que se rompió y fue reparado, los surcos nos vuelven únicos y nos hacen ganar en belleza.
Piensa en todo lo que has dejado atrás, ahora es buena época para ello. Piensa en lo bueno y en lo malo, en lo que te ha
hecho feliz y en lo que te ha hecho pupa. ¿No crees que nada debe ser sustituido? Todas y cada una de esas cosas ha dejado su huella pero también te ha llevado a ser quien eres. Quítate la máscara de Supermán, piensa que aunque ocultemos nuestros defectos, somos humanos con nuestras maravillas e imperfecciones, con nuestras fortalezas y fragilidades.
El tiempo nos marca a cada uno con los recuerdos, con las cicatrices que nos deja la vida, las buenas y sobre todo las malas, las de esos momentos en los que caímos al hoyo y fuimos capaces de sobreponernos, de poner pegamento en nuestros trozos recogidos en una bolsa, esperar a que se peguen y seguir adelante, es la magia que nos ha llevado a vivir millones de años como especie, somos capaces de crear una solución, de levantarnos ante las adversidades y seguir adelante, también ahora que parecemos acogotados por la incertidumbre lo haremos, no lo dudes.
Somos únicos, no renuncies a ello, practica el kintsugi sobre ti mismo y sigue adelante con orgullo. Apreciémonos como somos, rotos y nuevos, únicos, irreemplazables, en permanente cambio.








nos cuentan. Nos han acostumbrado tanto al bombardeo constante de noticias y ruido de todo tipo que dudo que seamos capaces de ser siquiera conscientes del martilleo constante, ahí está el problema. Es la paradoja que vimos estos días, estamos tan informados que quizá sería mejor decir que nos mantenemos más desinformados que nunca. Nos hemos acostumbrado a engullir cantidades gigantescas de datos que circulan ante nuestros ojos sin que hagamos nada al respecto pero ¿Somos más inteligentes por eso? No, seguro que no, poco tiene que ver una cosa con la otra.
tenemos hoy en día es el de quedarnos a solas con nuestros pensamientos y escuchar en mitad del silencio una voz que diga “¡Hola, soy tu!”. Seguro que si apagásemos todos los aparatos que nos rodean y nos centrásemos en escuchar nuestro propio silencio, sin ruido blanco, enloqueceríamos en menos de una hora. ¿Exagero? Pues resulta que
fragmentada en miles de trocitos y dirigida a base de exceso de datos que no podemos procesar ¿no? Pues igual va y andamos prestando atención a lo que no es nuestra realidad sino la que nos venden. Puede que seamos víctimas de los que se encargan de atraernos hacia lo que quieren. Andamos como hipnotizados. Hace unos días me di cuenta de que había quedado para tomar café en la cafetería de siempre. Bajé en el ascensor, atravesé media ciudad a pie y llegué a sentarme en la mesa de siempre. Todo sin levantar la cabeza de la pantalla del móvil ¿Te puedes creer que durante el camino no vi nada ni a nadie, incluido un par de conocidos que deben pensar que soy un maleducado? Pensarás que tampoco me había perdido nada. Pero si te paras a pensar lo que había ocurrido en ese lapso de tiempo era la vida, nada más y nada menos. Y así andamos todos, robotizados sin ser conscientes de que el tiempo se nos escapa de las manos.
económicos diciendo que la depresión del 2008 va a ser un chiste y que lo peor está por llegar, vamos que todo son alegrías. Parece que todo está inmerso en un ambiente de frustración al ver que después de todos estos meses no sólo no hemos aprendido nada sino que la mezquindad humana resurje de las cloacas más pestilentes elevada a la enésima potencia. Todo esto ha creado un caldo espeso y mugriento que nos hace pensar en que igual va y lo del final del mundo parece que va en serio. Ya lo decían los agoreros de guardia (los hay a montones), «como profetizó la Biblia, las epidemias son una característica de los
últimos días». ¿Bah, tonterías, verdad? Sólo me faltaba enterarme que los Mayas atacan de nuevo. Resulta que los buenos señores vaticinaron que el mundo acabaría el 21 de diciembre del 2012. No ocurrió nada paro ahora, siete años y medio después, como si fuese una cita de especialista de la Seguridad Social, el científico estadounidense Paolo Tagaloguin ha programado una nueva cita el 21 de junio del 2020. El cambio se debe a que nadie cayó en que cuando cambiamos el calendario Gregoriano por el Juliano se dejaron de sumar 11 días por año, lo que, multiplicado por los 268 que se lleva utilizando el actual, dan como resultado un desfase de 2.948 días, justo este domingo. Así es que mejor vete preparando unos buenos planes y un paquete de palomitas para asistir al espectáculo.
planeta el pasado 29 de abril y al final nos quedamos esperando el impacto que acabase con toda la inmundicia humana porque al final, visto lo visto, vamos a acabar invocando al meteorito destructor porque acabar con todo y volver a empezar puede que sea cada vez una solución más razonable visto que seguimos igual, que no escarmentamos, que esta especie está empeñada en autodestruirse y de paso llevarse a todo el planeta por delante. Lo vemos todos los días, en nuestros políticos crispados. Lo sentimos cuando descubrimos que en pleno siglo XXI todavía se maltrata a la gente por el color de su piel o cuando un cantante ha de salir por los medios “confesando” su homosexualidad, como si eso fuese algo que se ha de confesar, como si todos los seres humanos no tuviesen el derecho y la dignidad de amar a quien quieran en total libertad. Por lo visto no hemos aprendido nada, continuamos viviendo los mismos en las redes sociales que se han convertido en un vertedero de bilis, continuamos creyéndonos superiores los unos a los otros y no hacemos más que repetir los esquemas de siempre. ¿Para cuando decís que viene el próximo meteorito?
manteníamos con nuestros seres queridos vía telemática. ¿Recuerdas que debes tropecientas cañas porque decías que invitarías cuando llegase la tercera fase y pudieses ir al bar?. Pues ha llegado el momento de hacerlas efectivas aunque con quien te vayas a juntar te parezca un alienígena del tiempo que hace que no lo ves en directo. Preparémonos para las sorpresas
y yo, que soy un tanto rarillo no podía evitar pensar en la peli de Spielberg, con sus marcianos y su musiquilla -Ti-To-Ti- Toooo-Toooo- (ya se que entono fatal). Lo de la tercera fase me parecía eso, marciano y futurista. Ya hemos llegado, estamos en la Tercera fase y la verdad es que noto a faltar la montaña de la peli, las luces y la eterna musiquilla (no lo reproduzco de nuevo, tranquilo).
importarles ni su salud ni la nuestra. Otros parece que lo del encierro les ha sentado fatal para la psique. Me viene a la cabeza Miguel Bosé con su teoría conspiranoica. Podríamos pensar que o busca publicidad para un nuevo disco o se le ha ido la pinza. Pero la cosa empieza a tomar otros tintes cuando te encuentras con el presidente de la UCAM diciendo que la covid-19 es obra «del anticristo» que nos quiere controlar a todos con un chip y que Bill Gates y Soros son «esclavos de satanás». Y ya el asunto toma tintes épicos con el tercero
en discordia, el Arzobispo de Valencia, que iguala la apuesta y la sube diciendo que la vacuna se realiza con “fetos abortados”. Parece ser que andamos convencidos de que estamos a las puertas de la dominación mundial al estilo de “Un mundo feliz” y que la solución es, una vez más, seguir los preceptos de los “antivacunas” o beber “lingotazos” de lejía. Lo dicen como si les hiciese falta recurrir a planes abyectos, como si no controlasen ya este mundillo sin necesidad de juntar virus raros, vacunas y tecnología 5G. Esto como mezcla, superaría los cocteles infames del chiringuito playero pero como plan para conquistar el mundo parece más propio de los mejores supervillanos de historieta. Yo que pensaba que el raro era Roy Neary (el reparador de líneas que pierde el oremus en la peli de Spielberg). Después de oír todo esto ya no se si quedará alguien cuerdo en este teatro.
compañeros de habitación que he tenido esta semana en el hospital) hasta los que parece que han sufrido un borrado de memoria al más puro estilo “Men in Black” y no recuerdan lo que hemos sufrido hasta este momento en el que parece que empecemos a ver de nuevo la luz. Esos que ya han tomado al asalto el paseo marítimo, los que se amontonan en las heladerías haciendo presión para que los ocupantes de una mesa se agobien y salgan por patas, los que consideran que llevar la mascarilla les perjudicará el bronceado o los que la llevan puesta “estilo babero”. Esta gente si resulta preocupante, podemos ser cualquiera de
nosotros. Deberíamos estar atentos no vayamos a lanzar por la borda lo que hemos conseguido. Perdamos los encuentros en la tercera fase, se marchen los marcianos con su musiquilla y vuelvan los días de encierro en casa. Ha llegado el buen tiempo pero no olvidemos que “el bichejo” continúa ahí (gracias o por culpa de quién tú quieras, Gates, Soros o el Doctor No). Piensa lo que quieras, eres libre de hacerlo, por supuesto, pero recuerda que la prudencia es la mejor medicina de la que disponemos en este momento, úsala. Además, ser prudente es algo que no lleva chips ocultos para controlarnos como robots de feria, es barato y efectivo. Eso es cosa nuestra.

descartemos porque igual va y nos lo encontramos un día haciendo zapping (yo que se, en Hollywood hacen pelis de todo). Seguro que si nos hubiésemos visto escrito esto hace un par de años diríamos “Anda ya!” y no hubiésemos seguido un renglón más. Pero, ¿Y ahora?. Ahora la música nos parecería un poquillo estridente pero no se que decirte. En USA no están mejor que aquí, también están desesperados y en los estados de tensión es cuando resurgen todos aquellos fantasmas que parecían muertos y enterrado. Faltaba un detonante y se dió cuando un policía blanco acabó con la vida de
resugiría, una vez más el fantasma de una profunda herida racista mal cerrada de Estados Unidos. Todo se agravaría más todavía estando el país en manos de un ser indescriptible que toma partido sin pensar siquiera que podría emplear su fuerza en apaciguar los ánimos. En lugar de eso, vía Twitter prometió declarar a todos los grupos antifacistas como organizaciones terroristas, como si supiese de lo que habla. Seguro que en
ante todas las TV del mundo aquello de que “aprendimos la violencia de vosotros”. Una frase contundente, con mucho trasfondo, que deja entrever el comportamiento interracial de USA durante siglos. Parece mentira que en pleno SXXI sea precisamente este país, uno de los países “civilizados” más poderosos del planeta, el que esté viviendo una lucha racial de este calibre. Por lo visto jamás llegaron a superar los tiempos de los campos de algodón, los enterraron bajo una fina capa de arena y ahora a la mínima que se rasca en el suelo aparecen los vestigios de aquel sur algodonero y racista o los cimientos de “La cabaña del Tío Tom”. Es lo de siempre, si no cerramos bien
nuestro pasado siempre aparece de nuevo, los muertos es lo que tienen, siempre salen de nuevo en el más incómodo de los momentos. De eso nosotros podemos escribir un libro, Abascal y sus amigotes ya han ido a comprar los cuadernos, porque rascando y sacando a relucir a los señoritos de la vieja y carca “derechona” parece que busquen justo eso, calentar el ambiente, que la izquierda pierda los nervios y se pongan a mover con una pala la tierra de las cunetas. Sería catastrófico.