Resulta que ayer fue 25 de Mayo (hasta ahí normal) y se cumplían 300 años de una de esas efemérides de las que más valdría no
acordarse. Pero que si te paras a pensar deja en evidencia aquello de que en realidad no hay nada nuevo bajo el Sol. El 25 de Mayo de 1720 atracó en el puerto de Marsella el Grand Saint Antoine, Un barco que venía de la otra parte del Mediterráneo y que sería recordado como el que trajo la muerte como polizón en sus bodegas. Con el atraque de ese barco empezó la “Gran Peste de
Marsella” que se llevó por delante a entre 30 000 y 40 000 de los 90 000 habitantes más o menos que tenía la ciudad. En el total de la región de la Provenza, una cuarta parte de la población falleció, así a lo vivo, y sin que apareciese el Gobierno para “resucitar” de forma inexplicable e indignante a cerca de 2.000 personas alegando un error de cálculo. De verdad que no lo entiendo, con todos los respetos, ¿Cuál es la cifra correcta?¿Los de antes?¿Los de la metodología actual?¿La de ahora? De verdad, esta inseguridad acabará por traernos la desgracia. No se puede ir jugando con cifras que en realidad son vidas, seres queridos para muchos. Y menos todavía en un clima de crispación en el que el Gobierno no parece centrado, la oposición se comporta como Nerón con un mechero y la opinión pública está crispada. Lo dicho, nada bueno.
Volviendo al infame barco, Resulta que el Saint Antoine recogió un cargamento de carísimas telas de seda y unos fardos de algodón en Sidón, cerca de
Damasco, una ciudad donde la peste estaba haciendo estragos. Según parece las telas, contaminadas con el bacilo de Yersin, recibieron los permisos para ser embarcadas con una sospechosa patente neta del cónsul, a pesar de la epidemia. Procedieron a la estiba del barco y zarparon rápidamente porque no era cuestión de alargar la estancia no vaya a ser que «pillasen algo». La tragedia no se hizo esperar, en pleno viaje empezaron a morir pasajeros y tripulantes uno detrás de otro. Primero intentaron desembarcar en Italia, pero las autoridades de la ciudad de Livorno los enviaron por donde habían venido sin dejar que se acercasen a puerto ni para pedir la hora.
Llegaron a Marsella. Cuando el capitán reportó las muertes,
inicialmente se mostraron reacios al desembarco pero, claro, el cargamento de telas tenía un valor altísimo y eso es lo que importaba, el dinero, siempre el dinero (algunas cosas no cambian ¿verdad?) y dieron permiso para que se desestibase el barco sin siquiera esperar la preceptiva cuarentena, no fuesen a perjudicar el cargamento con la humedad y la inmundicia que había a bordo. Sucedió lo inevitable, la peste no tardó en extenderse por la ciudad dejando un reguero de muertes a su paso.
Al final el desastre se desató por no aplicar las medidas de desconfinamiento que resultaban evidentes priorizando el interés
económico sobre lo que resultaría lo correcto. Espero que casi trescientos años después hayamos aprendido todos algo de esto, que apliquemos el sentido común en este galimatías de fases que nos han tirado encima y que sobre todo, este Gobierno sea capaz de andar con mucha cautela con los recuentos y las apariencias de “no ha sido para tanto” que parece que estén intentando colarnos con los nuevos recuentos y las prisas por dar carpetazo a la situación que estamos padeciendo. Hay que andar con cautela no vayamos a traernos un nuevo “Saint Antoine” con chancletas y gafas oscuras a bordo de cualquier vuelo chárter y todo por intentar recuperar algo de la gallina de los huevos de oro. Nos jugamos demasiado. Prudencia.








media carcajada al ver ciertas imágenes (algunas fake, admito pero aplíquese aquello de “si non é vero é ben trobato”) que poco a poco se han ido extendiendo por otras barriadas “Chic” de toda la geografía nacional, son los “Cayetanos”, los de la protesta de los polos de Lacoste y pañuelitos Ives Saint Laurent.
odos amontonaditos en las esquinas y gritando (¡huy!, se me rompe una uña) en ese idioma que solo ellos pueden llegar a entender. Porque no se si te habías dado cuenta de que esta gente que está en la “JetSet” se gasta una jerga propia. No vaya a ser que los confundan con la chusma o con “los criados” que mantienen anclados en sus añoradas épocas propias de Gracita Morales. Igual de eso es de lo que se trata, de clasismo decimonónico y nada más. Resulta alucinante ver que no se extinguió la figura del «señorito», que pervivía en los pisazos con olor a naftalina y que ha salido ahora, supongo que porque llevar más de 60 días encerrados en ese ambiente hace salir al más pintado huyendo de acabar como sumergido en formol y Varón Dandy.
sector o una tendencia política. Por desconcertante que nos parezca en un juego verdaderamente democrático todos pueden ejercerla, incluso los que consideramos que no tienen demasiado de lo que quejarse. Dejémoslos, a ver que dicen a pesar de que en nuestros fueros internos intuyamos que no vamos a entender lo que piden y aunque sepamos que jamás comprenderemos como es que en unos barrios las porras salen a bailar con tanta facilidad y en otros parece que se quedan guardaditas en casa. Es inevitable la odiosa comparación. Ya ves tú que cosas.
hicieron allá por la Edad Media los potentados de Milán al huir de la epidemia con dirección a los pueblos . Las miasmas se pueden propagar en una manifestación (mira que han sacado punta a ese asunto) o en una cacerolada, aunque las cacerolas sean de pedigree. La policía debería haberse esforzado mucho más con ellos, con Vox o con Diaz Ayuso por ser los pirómanos que los han alentado a saltar a las calles, cacharros en mano. Pero no por fachas, sino por poner en peligro la salud pública saliendo todos en tropel pidiendo nosequé de libertad en pleno confinamiento que por lo visto, según ellos, solo debería aplicársenos a la plebe. ¿No será que en pijo eso quiere decir que reclaman su impunidad para hacer lo que les dé la gana (como siempre) y moverse como los señorones que se creen para poder acercarse a comer pipas al paseo marítimo de Gandía?
especie de vodevil que si no es por lo trágico del asunto nos haría hasta risa. No se qué pretenderá esta clase política que nos gastamos pero a base de ridículos épicos lo que están consiguiendo es que esta tragedia se haya transformado en una “casa de tócame Roque” en la que todos se dedican a tirarse de los pelos sin aclarar nada a pesar de que continuamos teniendo más de un centenar de defunciones todos los días.
de Andalucía al que parece que sólo le importa reabrir sus playas. Sólo por citar algunos porque, ya te digo, hemos llegado a un punto en el que da igual quien sea, se han instalado todos en la doctrina Trump, soltar una salvajada y seguir adelante. Nos da igual porque me temo que empezamos a verlos todos iguales, si hemos aprendido algo de todo esto es que la tribu que habita los sillones mulliditos no es capaz de otra cosa más que sacarse los ojos entre ellos sin ver que los que morimos somos nosotros, los que les pusimos ahí con
nuestros votos. Resulta difícil no verlos como una cuadrilla de personajes matándose por salir en la foto sin que les importe demasiado algo más que su propio interés, sin prestar oídos a los que seguro que saben mucho más que ellos. Me quedo con las lapidarias palabras de Tomás Guitarte (Teruel Existe) el otro día en el Congreso “Nosotros, señorías, apoyaremos la prórroga del estado de alarma. Y lo haremos porque así lo recomienda el comité científico principalmente”. Y no hay mucho más que hablar, podía haberse bajado de la tarima en ese mismo momento, estaba todo dicho. Cuando un problema es sanitario y hay vidas en juego deberían callarse, dejarse de inventos y permitir trabajar a la ciencia.
“pasar de fase” poco les importa porque en realidad ya han pasado de pantalla, nos hablan de números y de economía cuando todavía estamos enterrando familiares y amigos. Nos dirán que no, pero han transformado esto en una loca carrera hacia el precipicio, vamos a bordo de una cáscara de nuez y sin timón en mitad de un maremoto. Ellos tampoco tienen ni la más remota idea de lo que está ocurriendo pero como viven anclados en SU verdad y encima nos han acostumbrado a ello, siguen adelante repartiendo las culpas en los otros y ofreciéndonos un espectáculo bochornoso con vidas humanas de por medio.
extraños en una mente con letargo crónico. Pero el caso es que parece que se va disipando la niebla y entre la marabunta de paseantes, vamos viendo la ruta que sigue este viaje que nos lleva derechitos a ese lugar tan raro llamado “Nueva Normalidad” o cosa por el estilo. El nombre ya resulta un tanto inquietante porque una cosa “nueva” no puede ser “normal” justamente porque es nueva. Parece que el palabro rechina en estéreo. Tanto como la visión de algunas almas enfundadas por primera vez en su vida en chándal y bambas haciendo como que corren, sin que se les haya ocurrido pensar que andar también vale, aunque sea a lo Rajoy.
vez se parece más al mundillo retrofuturista de “1984”. Ya sabes, “el Gran Hermano te vigila” de Orwell y todo eso. Supongo que conocéis la historia pero bueno. Orwell nos retrata una sociedad bajo vigilancia masiva donde todo está manipulado y regado con una represión política y social propia de Corea del Norte. Pero como se hace por el “bienestar del ciudadano” todo el mundo calla y se limita a cumplir -y hacer cumplir- sin rechistar. Espero que no me malinterpretes pero yo ya no se que pensar (lo dicho, será cosa de la marca del café nuevo del colmado del barrio que he descubierto, me lleva atacado).
palabras raras, que si desescalada, que si nueva normalidad que si desconfinamiento… Fue oír esas cosas encadenadas y saltarme a la cabeza la Neolengua de Orwell, esa que acaba dominando el pensamiento del que pone las orejas, se lo camela y consigue que acepte sin rechistar lo que en realidad le perjudica hasta niveles insospechados, porque claro, es por nuestro bien y aunque suponga un sacrificio eso siempre es bueno, ¿verdad?.
soltó una sonora carcajada y me dijo que parecía que me acababa de caer del guindo, porque según él Aldous Huxley ya nos lo dijo en Un mundo feliz, allá por 1932, «Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar». Se quedó serio mirando a la camarita y afirmó con voz seria, que esto no era más que un “Remake” de lo de la crisis anterior porque en el fondo no importa quién nos gobierne. Paco sostiene que en algo están de acuerdo; les importamos un pimiento. Entonces los que nos decían que gastásemos como descosidos nos hicieron creer que éramos unos manirrotos que “vivían por encima de sus posibilidades”. Ahora los mismos que no se preocuparon demasiado en reparar rápidamente el tijeretazo que sufrieron los ambulatorios nos cuentan que se preocupan más que nadie por nuestra salud. ¿Paradoja?.