Entré al bar el otro día, desesperado por la horrible sensación del «mono» de la falta de café y «la caló» asflixiante que puedes sentir al travesar la plaza mayor de mi ciudad, vacía
y golpeada por el sol como tan fuerte como lo puede hacer Esautomatix, (ya sabes, el herrero de la aldea de Asterix) después de haber tomado una garrafa de poción mágica (lo que bien pensado no se si supondría doping hoy en día). El caso es que entré al bar pensando en el cubo de «café del tiempo» que me bebería cuando me encontré a Paco, en la mesa del fondo, con el móvil en la mano y una cara rara, como la de la niña de «El Exorcista» después de haber sido poseída. Recogí de la barra la bañera de café y me acerqué a su mesa.
Paco me dijo que se acababa de «borrar» del Facebook y del Twitter, así de golpe, sin anestesia. Me extrañó tanto el hecho de que él, que “era alguien” en las redes sociales, se
largase por patas que debí poner una cara muy rara, porque sin preguntar nada se puso a explicarme que se largaba, harto de´l estado de alteración permanente de la gente y que ya no merecía la pena decir nada porque, digas lo que digas, vas a recibir más palos que un estera. Me di cuenta de que, una vez más, tenía razón. Hasta un tweet que puso pidiendo información a las cadenas de supermercados por el asunto de la listeria había recibido la visita de varios “haters”. De verdad, no sé qué nos está pasando pero los ánimos están fuera de sí. Serán los calores del verano, quiero pensar.
No sé qué nos están haciendo cuando a base de bombardeo puro y simple están consiguiendo cambiar nuestros propios razonamientos por algo teledirigido que nos
convierte en zombies en manos de vete a saber que Bokor dispuestos a lanzarse en tromba para linchar al que se tercie. De eso tuvimos una buena ración en el caso de Open Arms en el que vimos como por arte de magia una ONG pasaba de ser aplaudida a ser considerada poco menos que el hijo pequeño por parte de madre del primo de Belcebú. Nos están lavando la cabeza y no nos estamos dando ni cuenta. Nos transforman en irracionales y nosotros encima les aplaudimos.
La táctica es la de siempre, la de impedir que usemos la cabeza y si es posible conseguir que se nos vaya atrofiando por desuso. Se coge un tema que quieres “reconducir” se suelta
una legión de troles que bobardeen día y noche con tweets envueltos con un halo de falsa verdad irrefutable, simples pero contundentes. Así hasta que ves que están calando a base de RT y TT, entonces sueltas la pregunta, como quien no quiere la cosa, ¿A favor o en contra? ¿Sí o no?, Así, cerrada, como un examen tipo test de los que tantas pestes echaba. Lo hacen así, no vaya a ser que puedas argumentar algo. Es el eterno o estás conmigo o contra mi. Es la alienación y el aborregamiento de masas hecho tweet. Lo saben, lo controlan como nadie y los vuelve peligrosos porque nos hunden en la masa sin razón y los que no piensan son muy fáciles de conducir, mira por donde.
Yo no sé tú, pero yo cada vez estoy más harto de que por este mundillo todo sea A o B,
blanco o negro y se tenga que decidir sobre la marcha entre ello, sin posibilidad de justificación. Me horrorizó el incendio de Notre Dame como me horroriza el del Amazonas. Parece que ya no somos capaces de sensibilizarnos por más de una cosa sin tener que odiar otra ¿Porqué hemos perdido la capacidad de raciocinio y nos hemos quedado en el «tipo test» cerebral? ¿Tan básicos nos hemos vuelto?¿O tan básicos nos HAN vuelto? igual deberíamos pararnos a pensar a donde nos están llevando.








Mel Gibson. Supongo que sabréis de que película hablo, un mundo post apocalíptico en el que la humanidad se ha vuelto salvaje y todo quisque mata y muere por conseguir un poco de gasolina. No hay leyes, no hay sociedad, sólo supervivencia y todo está regido por los mandamases de «Negociudad» (Tina Turner). Salí escandalizado, tanto que todavía recuerdo hasta el olor a terciopelo rancio de la butaca y el paquete de «Monchitos» que me zampé. Pensaba que aquello era solo cine, que no podía llegar a suceder de verdad, que la especie humana no puede degenerar tanto. Nada, cosas de niños ilusos que todavía les falta mucho por ver, ahora aquello hasta lo veo inocente.
hasta el último minuto a pesar de que el pabellón del navío le obliga a ciertas cosas. Estamos hablando de un barco que necesita desembarcar seres humanos antes de que sea demasiado tarde y nosotros nos enzarzamos en aquello de «llévatelos tú a casa si tanto los quieres» (me lo soltaron el otro día en el café). No me los llevo a casa porque no puedo atenderlos como es debido y porque pago impuestos y con ellos quiero que se salven vidas y no que se destinen a rescates bancarios, autopistas y pesebres para los amigotes. Es como si ya no nos importasen las vidas humanas. Es como
si fuese más importante acusar de colaboradores de las mafias a las ONG’s que salvar vidas humanas. Parece que a nadie se le haya pasado por la cabeza que la primera solución pasa por no dejar morir a los del Open Arms (y otros más, no vayas a pensar que es el único barco en el Mediterráneo). Después ya hablaremos de más cosas como de eso de ir minando la opinión pública para acabar demonizando a las ONG’s que puede que «sólo» estén trabajando en lo que la UE ha fracasado estrepitosamente. Pero lo primero es lo primero y tenemos gente abandonada en el mar, aunque
mecían intentando que nos pasase el berrinche después de habernos partido la crisma en el columpio y hasta la próxima. Con ello están consiguiendo que acabemos viendo los asesinatos como una enfermedad crónica contra la que nada se puede hacer en lugar de intentar poner remedio con armas poderosas como la educación, como llamar las cosas por su nombre y enfrentarse a los problemas en lugar de intentar ocultarlos con eufemismos. Es como si pretendiesen que normalicemos el “la maté porque era mía” y volviésemos a Atapuerca, a otro tipo de
sociedad en la que la mujer no existía. Nada, cosas mías, malpensado que es uno. Pero viendo como se está poniendo el patio, con violaciones grupales, acuchilladores y robos por las calles ya no se si cada vez somos más como la alegre pandilla de Atila, sin que nadie parezca poder poner remedio. Peligroso porque ya sabemos que cuando el orden establecido no puede proporcionar seguridad aparecen otros “ordenes” nada recomedables. ¿Nos habremos extinguido como humanos? ¿Nos hemos trasformado ya en bestias y no nos hemos enterado?
generalizada». Espero que se equivoquen los sesudos agoreros que anuncian un nuevo leñazo
menos que la reencarnación del mal (argumento más viejo que las pastillas Juanola, pero efectivo). No lo dudes, para ellos siempre es culpa del otro y harán lo que sea para continuar siendo «los bien comidos». Igual va a ser como lo del cambio climático que de repente es culpa nuestra porque usamos las bolsas de plástico que ellos nos venden y comemos la carne que ellos nos traen. Es como si ellos no hubiesen hecho nada cargándose toda la economía tradicional que resultaba, en muchos casos, más sostenible que el imperio de las multinacionales, pero esa es otra historia.